Entre el saber_saber, y el hacer_hacer
La Administración, los sindicatos, la patronal y los medios de comunicación, hace treinta años se propusieron olvidar que entre el saber_saber del mundo académico y el hacer_hacer del mundo empresarial existía todo el campo de la hibridación de la FP ocupacional: ese sistema negado y declarado a extinguir. Ocurrió que el mundo se hacía cada vez más complejo y los europeos (que tienen ideas claras) habían plasmado la necesidad de una FP permanente en el propio tratado constitutivo de 1957 de la CEE como visión y prospectiva de la dinámica de los sistemas productivos, obligando a llegar a un nuevo concepto formativo que va más allá de la simple aceptación del académico saber_saber o del empresarial hacer_hacer. Pero se les olvidó. No se trata de admitir de forma dual lo académico y la formación en la empresa conservando cada una de estas formaciones su pureza, se trata de la hibridación como un nuevo ente. De admitir la existencia de un sistema híbrido distinto de ambas realidades como una nueva realidad filial: la Formación Profesional ocupacional. [En Australia en los años previos a la segunda guerra mundial se aceptaba la interrelación dual entre aborígenes y no-aborigenes, pero no se aceptaba y se perseguía el mestizaje entre ambos. Algo por el estilo está pasando aquí en este asunto formativo.]
Es necesario aceptar el sistema de formación ocupacional para la búsqueda de la empleabilidad a todo lo largo de la vida, un sistema que, yendo más allá de la simple interrelación rígida e inflexible entre el saber_saber y el hacer_hacer y sus purezas, se conciba como una articulación entre la rigidez del saber_saber y la dinámica permanente de los sistemas productivos y su hacer_hacer. Esa es la razón del concepto de la FP permanente, tanto del tratado constitutivo de la CCE en 1957 como del «aprendizaje permanente» del «Marco Europeo de Cualificaciones» de 2008. Un sistema que, mediante el saber_aplicado basado en la concepción de la ocupación como conjunto de puestos de trabajo similares, y del saber_haciendo propio del aprendizaje en el puesto de trabajo específico de una empresa, llega a abarcar mucho más que cualquier primer empleo convirtiéndonos a todos en aprendices en busca de esa empleabilidad de las múltiples ocupaciones que se llegarán a desempeñar a lo largo de la vida. En este sentido, y como muestra de su importancia, baste recordar que en la actualidad es necesario reconvertir a muchos de los que desarrollaban ocupaciones en la construcción. Por tanto, no sólo es necesario disponer de tal sistema formativo flexible, sino que es fundamental que la FP inicial se desarrolle y se centre en conseguir una buena base formativa profesional que haga posible que las personas sean capaces, a posteriori, de asumir la FP permanente de carácter ocupacional, algo que es su propia función y responsabilidad. La tan traída dualidad o alternancia entre un centro formativo y el puesto de trabajo, lo debe ser entre éste y el sistema de FP ocupacional. Su objetivo: conseguir la competitividad laboral en un tiempo más corto posible. Pero percibo que, como en la editorial de LA NUEVA ESPAÑA: «El metal necesita de los aprendices para renovarse», el equivoco continua. Y tras treinta años y esta crisis de España (que no de Europa) ya no caben más equívocos, pues partiendo de un error se pierden las oportunidades.
Este sistema formativo ocupacional aquí descrito interesa a los ciudadanos y no sólo a los sindicatos y a la patronal, por eso debe ser público y realizado por los medios propios de la Administración, y no a través de centros colaboradores de los sindicatos o de la patronal con sus propios intereses ajenos en ocasiones a los de los ciudadanos. Además, debe estar diferenciado de la FP inicial comúnmente llamada reglada. Curiosa apropiación, a modo de monopolio, del término cuando el modelo ocupacional del INEM tenía una reglamentación muy superior y cercana a la realidad laboral de las ocupaciones que la actual del INCUAL que se establece ahora.
Perdidos estamos.
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