La inseguridad de la seguridad
La bifurcación de una reflexión. Si, después de un imprevisto derrame diarreico, te metes en un pozo de aguas fecales, no cabe duda de que disimularás tu hedor, pero incrementarás la miasma del pozo.
He puesto este ejemplo en apoyo de mi especulación, que pretendo, sobre ese lugar tan común, “la seguridad del rebaño”.
No hay duda sobre la efectividad del camuflaje, de manera que el mejor escondite para el acojonado será entre una caterva de acojonados, donde se verá favorecida su seguridad, pero ¿y la seguridad de la caterva, rebaño?
Un mojón más no disminuye el mal olor del montón, al contrario, lo aumenta. ¿Lo disminuye el hecho de contemplar impasibles el intercambio de mojones?
Claro que no, ¡pero! el movimiento mojonil te entretiene y, cuanto más entretenido, menos percibido.
Te ponen a cavar tu tumba y hasta sientes alivio cuando, harto de echar pala, te dan un pico.
O sea, por si no quedó claro, que mientras el único recurso de las ovejas para protegerse del lobo sea confundirse en el rebaño, el lobo será el p… amo, se lo pasará pipa y nunca le faltará ovejita que llene su barriguita.
Eso de que las palabras mueven montañas, puras patrañas figurativas para mantener el rebaño de ovejas nada imaginativas.
Si el enemigo resulta más longevo que tú, sigue sentado en tu puerta, ya puedes esperar para ver su cadáver pasar.
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