¿Y ahora qué?...
Esta es la pregunta que desde hoy martes se hacen miles de jóvenes asturianos, amantes del llamado ocio nocturno, por la entrada en vigor del cierre de estos establecimientos. Y la culpa no se la podrán echar los jóvenes al presidente Barbón, quien por activa y por pasiva les aconsejó una y otra vez que fuesen responsables ante la evidencia de que el “bicho” continúa entre nosotros. Pero la juventud desenfrenada y harta de prohibiciones se ha saltado una y otra vez las normas contra la maldita pandemia. Y, claro, esto ha traído consecuencias. La primera les afecta de lleno a ellos –los más jóvenes–, a quienes el virus les está pasando factura, lo que está saturando las consultas de la sanidad primaria. Pero también puede tener graves consecuencias para un importante sector de la población, aquella que todavía no ha recibido la segunda pauta de la vacuna.
Asturias, al contrario que otras autonomías, como Cataluña o Cantabria, ha retrasado las medidas restrictivas demasiado. Barbón, de alguna manera, teme que sus decisiones, en plena temporada veraniega, pongan en riesgo la economía del sector hostelero, y, evidentemente, le resten votos. La patronal OTEA, que agrupa a una buena parte de la hostelería regional, ha sido el gran enemigo del Gobierno de Adrián Barbón, quien llego a acusarle de tomar medidas que afectan a las libertades constitucionales de las personas.
Pero volviendo a los protagonistas de esta quinta ola, los jóvenes, cuesta trabajo asimilar que quienes hoy demuestran tanta irresponsabilidad, tanta insolidaridad, tan poco sentido común, vayan a ser los futuros ciudadanos que tengan en sus manos el destino de este país.
Una cosa debemos tener muy clara; que cuando la irresponsabilidad y la desobediencia de un sector de la ciudadanía –en este caso los jóvenes– ponen en peligro la salud colectiva del resto, lo más lógico es que el Gobierno asuma sus responsabilidades y adopte las medidas oportunas aunque estas resulten impopulares, para protegernos a la mayoría, especialmente ante un caso tan grave de salud pública como este y en una comunidad como la asturiana, con un alto índice de envejecimiento.
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