Partidos enmarañados

La frase que transcribo a continuación fue pronunciada por un militante socialista: «Para el bienestar de los españoles y del propio PSOE es vital que Zapatero se vaya». El político que así se expresa se llama Ángel Gimeno, precandidato que fue a las primarias de Madrid, que decidirán quién será el rival de Esperanza Aguirre para optar a la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

Ángel Gimeno, que dice tener identificado al enemigo dentro del partido, sigue manifestando: «Los barones del PSOE tienen la obligación de convocar cuanto antes un congreso extraordinario para echar a Zapatero como secretario general y luego como presidente del Gobierno, y con él, a todo ese círculo de gente inmadura, falta de experiencia y sin preparación alguna que lo rodea».

Efectivamente, puede decirse que Zapatero no gobierna el país ni gobierna el partido, está a la deriva. Y da igual que coja vacaciones o que no. El Presidente está en caída libre y quiere aterrizar encima del ex alcalde de Parla, Tomás Gómez. Gobernar no consiste en tirar los dados y ver qué sale. Son muchos los militantes socialistas que están hartos del hombre al que se le agotó la suerte, al que se le acabó la potra. En su partido han empezado a pensar que ZP ya no es la solución. Y sí el problema.

Por su parte, la secretaria de organización del PSOE, Leire Pajín, no hace mucho volvió a regalar a la opinión pública otra perla a las que parece se ha abonado desde que dijera aquello del «acontecimiento planetario» Zapatero-Obama. Sin ningún rubor se descolgó asegurando que ella personalmente no iba a consentir que nadie dijera que el PSOE baja las pensiones y desprotege el Estado del bienestar.

Y yo, podría decirle, también personalmente, que soy jubilado y que el Gobierno que sustenta el Partido Socialista me ha recortado los ingresos no sólo en la nómina, que desde hace meses me aparece con varias decenas de euros menos, sino también escudándose en las desmesuradas y constantes subidas de precio de ciertos productos básicos, como son: la luz, el gas, el agua, el transporte... Y lo que te rondaré, morena, si, según las recientes declaraciones de José Blanco, erigido en ministro de Economía, la subida de impuestos se lleva a efecto. Por lo tanto, el PSOE se rebaja las pensiones, pues a cobrar menos y pagar más se le puede llamar recorte, aunque usted no lo note, y desde luego, tampoco lo acuse a final de mes. Senadora Pajín: le recuerdo que mensualmente usted «vale» más que 20 humildes jubilados mileuristas, a juzgar por sus devengos.

Pero el PP tampoco debe hacerse excesivas ilusiones de Gobierno, pues se dice que con Rajoy no se va a llegar a ningún sitio. Con el futuro tan desolador que ofrece nuestro país con los actuales dirigentes, ¿la ventaja que es capaz de sacar al Gobierno son seis raquíticos puntos? y ¿su valoración personal obtiene un suspenso, con 3,1 puntos? La política del señor Rajoy consiste en no mojarse ni en la playa en un espléndido día de sol y si jugando al parchís le sale un cinco, pide, por favor, no sacar la ficha de casa por temor a que se la coman. Es un candidato sin pegada.

Si Mariano Rajoy fuera el líder que necesita España, entre otras importantes cosas, ya habría pedido perdón por aquella absurda declaración que soltó no hace mucho: «Que diga la justicia lo que quiera, yo voy a apoyar a Francisco Camps y va a ser el candidato del PP a las próximas elecciones de Valencia».

Pobre España, tan mal y con tan penosos líderes. Dan ganas de crear un partido con un solo punto en su programa: rescatar el ostracismo (destierro político), medida introducida en Atenas hace muchos siglos para defender la democracia y el bienestar de los ciudadanos.

Son cuantiosos los estudios que revelan el hastío de la población hacia los dirigentes políticos que está padeciendo. En su mayoría, los ciudadanos no se sienten activamente encarnados por los líderes políticos actuales, y no solamente eso, sino que ven en ellos una engreída élite bastante alejada de los electores y de sus problemas cotidianos. Piensan, asimismo, que va siendo hora de que los responsables políticos españoles empiecen a preguntarse el porqué de esas bajas calificaciones en todas las encuestas que se realizan.

Ante ello, por mi cuenta me atrevo a aventurar que esta ostensible desilusión de la sociedad se va a traducir en una importante inhibición en las elecciones autonómicas de 2011. Y, después, en las generales de 2012, mucho más de lo mismo.

No se puede olvidar que una abultada abstención en las urnas es uno de los peores males que puede justificar una democracia.