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Estas son las cosas

16 de Julio del 2021 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

No las que a Cherry Navarro (q. e. p. d.) hacían olvidar, sino las que a mí me hacen recordar.

A pesar de que no eran pocas, 48, las del infortunado Cherry para olvidar, las enumeraba, una por una. Las mías para recordar son muchas, muchísimas más. Leo, oigo, veo, la descripción de una idea, una acción; en una frase de cinco o seis palabras ya tengo el recordatorio de lo que, por fuerza, dado su número, he de condensar en una sola cosa: la nefasta estupidez colectiva del ser humano.

Estupidez, inteligencia, ¿antónimos? Sí, en cierto modo, habría que precisar.

Evidentemente, si eres inteligente puedes entender un asunto y tomar, por tanto, la decisión adecuada al respecto.

Si eres estúpido, seguirás siendo un ser humano, inteligente, por tanto, pero falto del necesario entendimiento para comprender el asunto, lo que, evidentemente, te llevará a tomar una decisión equivocada.

De manera que, para mí, queda claro: 1. la forzosa coexistencia de ambas características, no se puede ser lo uno sin lo otro, y 2. la relación inversa entre si a mayor inteligencia menor estupidez y a mayor estupidez menor inteligencia.

Dicho lo cual, pareciera quedar claro que los más inteligentes plasmarán, o se aproximarán mucho, con sus acciones a verdaderas obras de arte (conjunto de detalles perfectos), ¡pero no, qué va!

Sería muy sencillo, si así fuera, elegir, por ejemplo, los mejores gobernantes para lograr el mayor bienestar posible de los ciudadanos. Unos simples test de inteligencia y listo, ¡qué maravilla!

Nada más lejos de la cruda realidad, porque resulta que ok, a un carajo, pongamos la llaga, Sánchez, por ejemplo, a lo peor, puede que no le falte inteligencia para gestar ideas que nos hagan menos infelices a todos los españoles. Vale, las tiene, pero eso solo significa un primer paso, ahora viene, ¡la mamá del cordero! el segundo paso, pasar de las ideas a los hechos. ¡Uyyy! la abuela, o sea, ¡la mamá de la mamá del cordero! Apellido ya se lo hemos puesto, Sánchez, pongámosle nombre ahora: ética.

Ética, Sánchez, la abuela del cordero, la que toma las decisiones, no la que piensa, la que dice ¡y hace!

Y, algo que ya teníamos muy claro cuando jugábamos al pío campo en la calle G: “Si dicen que dizan, mientras no hazan”.

Ahora ni corro jugando al pío campo, ni discurro por la calle G, ahora camino, más bien despacito, y lo hago por la calle Feijoo mientras pienso: “Increíble, no solo lo hacen, también lo dicen, ¡porque les da la gana y con total impunidad!”.

Siempre pensando que las cosas malas, mejor hacerlas a oscuras y a la chita callando, si no quieres que te calienten, y resulta que, ahora, no solo las malas, ¡sino las peores! España traga que se las digan y se las hagan a todas las horas de todos los días.

A lo que hemos llegado.

¡Y lo que puede estar por llegar!

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