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Tarancón al paredón

16 de Julio del 2021 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

He comentado en alguna ocasión que solemos utilizar con demasiada alegría el término "histórico" para resaltar un acontecimiento que pretendemos elevarlo a categoría de único e irrepetible. Lo cierto es que pocos son los acontecimientos merecedores de tal calificativo si queremos no abusar del término.

La implicación del cardenal Vicente Enrique y Tarancón (Burriana, Castellón, 1907-1994) en los acontecimientos que mantuvieron en vilo a este país durante el tardofranquismo, sin ningún género de duda, fueron históricos y marcaron un antes y un después en el papel jugado por la cúpula de la Iglesia católica con el poder franquista. La Iglesia dirigida por Tarancón contribuyó notablemente a la ruptura con el régimen, que, hasta entonces, paseaba a Franco bajo palio, y a facilitar la transición hacia la democracia. Fue pieza fundamental en aquellos años.

Su heterodoxia con el nacionalcatolicismo empezó en los años de la hambruna, represión y fusilamientos (siendo obispo de Solsona). En 1950, alzó la voz para denunciar a los gerifaltes que se enriquecían con el estraperlo en medio del sufrimiento de la población. Se lamentaba amargamente de que "después de la guerra, la guerra siguiera", a través de una célebre pastoral que fue toda una revolución en el seno de la Iglesia, "El pan nuestro de cada día".

Cuentan las crónicas que al sanguinario dictador solo se le vio llorar en dos ocasiones. La primera, tras la muerte de su delfín Luis Carrero Blanco tras el atentado de ETA (1973) cuando ejercía de presidente del Consejo de Ministros, a la salida de su misa diaria, y la segunda, en 1975, cuando Tarancón le advirtiera que lo excomulgaría si cumplía su amenaza de enviar al exilio al obispo de Bilbao, Antonio Añoveros, por hacer pública una pastoral en contra del régimen.

Tarancón fue diáfano en su apuesta por un régimen democrático y en su decisión de no apoyar a ningún partido político. "La Iglesia no tiene color político", decía. Nada de esto se recuerda, pero sí las pintadas que aparecieron en las calles de Madrid, "Tarancón al paredón", probablemente porque algunos de sus sucesores (especialmente el tridentino, inmoral y pepero cardenal Antonio María Rouco Varela) se encargó de meter al cardenal de Burriana en el desván del olvido.

Rouco Varela dirigió y controló la Conferencia Episcopal con mano férrea durante doce años. Ejerció de azote contra los gobiernos socialistas y aplaudió con las orejas los triunfos electorales de los herederos de Franco, y consiguió que la figura de Tarancón desapareciera del imaginario político/social/eclesiástico (*).

No obstante, la Iglesia de hoy se ha hecho algo más cauta, más pragmática y prefiere defender sus intereses en otros frentes. En estos días han sido los obispos catalanes quienes han levantado sus voces para ponerse del lado del Gobierno en el tema de los indultos a los políticos independentistas catalanes y "arrastrar" al resto de la Conferencia Episcopal Española por esta vía. Razón más que suficiente para irritar a los dirigentes del PP, para quienes la Iglesia no puede estar más que del lado suyo, al igual que el poder no puede estar en otras manos que no sean las suyas. Todo lo demás son anomalías que hay que corregir.

Como siempre, es Aznar quien apunta desde su narcisista y patética atalaya con el dedo amenazador y manda a los suyos a pintar en las murallas del rencor, "Son días para no olvidar y apuntar", ha señalado urbi et orbi. Aviso para navegantes, es la versión moderna de "Tarancón al paredón".

(*) No estaría mal que el programa de TVE “Imprescindibles” le dedicara un episodio o que algún medio “rescatara” del olvido a este personaje.

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