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Jóvenes (rebeldes sin causa)

18 de Julio del 2021 - José Viñas García (Oviedo)

Ser joven no es ningún mérito, todo les viene dado. Para ir subiendo escalones en edad, se debe ir puliendo comportamientos para llegar a convertirse en persona adulta respetada.

No es verdad que todos hicimos lo mismo de jóvenes, antes nos educaban en respeto a todos y a todo. Claro que la juventud está repleta de testosterona y necesita probar, arriesgar y conocer, pero de ahí a sentirlos salvajemente energúmenos, donde se muestran mastuerzos a retorcer, sin respeto a nada y a nadie, donde las normas se creen que es para frenarles ese impulso pazguato... No supimos educarlos, les dimos de todo de cuanto nosotros carecimos, demasiado proteccionismo, demasiado consentimiento, demasiado confort; los elevamos a la más absoluta de las perezas y caprichos. Para colmo, les dimos una ley del menor donde les quitamos autoridad a profesores, padres y resto de sociedad. Tal parece que ellos son el ombligo de todo, y así nos salieron: con una rebeldía simplona, faltona y carente de valores, donde entre ellos deben descojonarse (además de no respetarlos para nada) de sus mayores. Resulta que son menores para ser responsables de sus actos, pero les vamos dando alas absurdas como el poder cambiar de sexo y nombre sin consentimiento de padres o tutores. Los vemos en las redes, allí todavía más imbéciles si cabe, escondidos tras una pantallita dan rienda suelta a tanta idiotez inmadura. Insultan a las personas por su edad; antes, ser mayor para los jóvenes era un plus de respeto, admiración y ejemplo; ahora no, se ríen de quien debió darles disciplina y aprender a conseguir las cosas con esfuerzo, no limpiándoles el camino que ellos ensucian.

Ya es tarde para dos o tres generaciones, pero estamos a tiempo de no perpetuar en el tiempo la cosecha desechada de una juventud refalfiada.

Los vemos de botellones, antes se salía a divertirse y alguno se emborrachaba sin duda, ahora se sale a emborracharse y drogarse, lo de divertirse supongo que viene incluido en la tontería mental que se traen.

Después nos extrañamos que violen en manadas, maten a homosexuales, mujeres o a quien les caigan en gana a estos energúmenos imberbes. Ya muy jovencitos y jovencitas, no más de 12 o 13 años, los vemos solos por los parques y lugares alejados de los padres. ¿Dónde andarán estos descuidados y malnacidos que no vigilan a esos niñatos? Haciendo de todo, no les importan que les estén mirando adultos, para ellos un anciano o anciana es alguien desechable, invisible. Lo hablaba con mi mujer e hijos, antes, cuando pasábamos cerca de donde vivían tías segundas, ya no te digo parientes más cercanos, subías a verlos y darles un beso, saber cómo estaban, existía un código no escrito de respeto por los parientes, vecinos y ancianos sobremodo. Ya no, ahora se lleva lo yupi, solo el yo, el superyó, el edadismo y la gerontofobia, que no es otra cosa diferente a la discriminación por edad, el temor morboso a viejos y a envejecer. ¿De dónde viene, se preguntarán? De esa educación consentida y perversa que les hemos dado. Ahora no lloren, aguanten a esos salvajes encaprichados, es su propia cosecha. Mañana no dudarán en pegarles a ustedes por no educarlos en condiciones. Decían los creadores de la ley del menor que un cachete los traumatizaría para siempre, todo por dejar leyes en manos de inexpertos personajillos que escondidos bajo una moralina cargada de mucha estupidez nos implantan normas y leyes que responden más a un capricho que a solución alguna.

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