El invento del Estado (de los estados)
En la Inglaterra convulsa del siglo XVII surge Tomas Hobbes e inventa el Estado moderno absolutista. En su famoso libro “Leviatán” hace especial hincapié en que en el estado de naturaleza había guerras e injusticias de toda índole, y entonces apela al pacto entre los hombres para establecer el orden y evitar el mal.
A continuación de esta premisa surge el gran problema de acumulación de poder que tendrá el Estado. Para esto Inglaterra produce otro genio: John Locke, el filósofo más influyente del liberalismo, y su primera idea básica es su oposición a las ideas innatas del racionalismo de Descartes. A Locke le preocupa, sobre todo, la legitimidad del poder político. En otras partes de Europa los monarcas absolutos habían rebuscado en teóricos como Bodino la forma de legitimar su poder añadiendo que el poder le venía al Rey directamente de Dios.
Locke nos recuerda que el hombre es anterior al Estado y, por lo tanto, aún más importante. Pero no solo eso: el hombre es, ante todo, un ser racional dotado de leyes morales, y sobre todo ver que el Estado es una construcción humana y, por tanto, llena de defectos e imperfecciones. Resumiendo, el Estado es mero invento y hay que recordarle sus limitaciones.
Una vez constatados los orígenes del Estado, apelamos a la prensa libre, heredera legítima del Siglo de las Luces, en el que todo pudo ser cuestionado, desde la religión, el Estado o la familia, y así Europa se convirtió en el germen de la razón.
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