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Alucinados por la calima

20 de Julio del 2021 - Rufo Costales (Oviedo)

El presidente francés Enmanuel Macron entra en campaña para las elecciones presidenciales y amenaza a sus gobernados como si fueran leprosos por no haberse vacunado. A pesar de que han repetido una y mil veces que la vacuna no es obligatoria, obviarán el cumplimiento de la ley y los derechos ciudadanos si fuere necesario con tal de obligar a todo quisqui a vacunarse, sin dar tiempo a que los jueces puedan manifestarse ante los macrojuicios anticovid planteados.

¿Cuánto tiempo tardará España en subirse al carro de la imposición vacunal? Me imagino una comparecencia televisada de nuestro presidente tal que así:

Estimados ciudadanos: En el Consejo de Ministros extraordinario, celebrado hoy mismo, a eso de las doce, hemos tenido una idea genial, una de las muchas ideas geniales que se nos ocurren, porque, aunque el ciudadano medio, iracundo y cainita, piense que no damos un palo al agua, la realidad es que nos partimos el lomo por el bienestar de todos los españoles, españolas y españolos.

La genial ocurrencia de hoy tiene mucho que ver con el sableado sector hostelero y hemos decidido dar una alegría a ese colectivo, decretando por ley que "la entrada en un bar de personas que no se hayan vacunado implique seis meses de pena de prisión para los infractores, al tiempo que al dueño del negocio le caerá (ironía) un año de prisión y 45.000 euros de multa por permitirlo".

Titánico el esfuerzo de este Ejecutivo que se ha exprimido las meninges para batir todos los récords y matar de un solo tiro cinco, seis y hasta siete pájaros. A saber:

Uno: el dueño del negocio, por la cuenta que le trae, trabajará para el Estado, vigilando que ningún infiel, incauto y perezoso ose traspasar la puerta de entrada sin justificar de modo indubitable su condición de vacunado.

Dos: la Administración del Estado, que, haciendo creer que su único objetivo es el beneficio del hostelero, se hará cargo de la recaudación de importantes cantidades de dinero de los sufridos y fieles autónomos, extraído del bolsillo de laxos e inanes ciudadanos.

Tres: el ciudadano corriente, con complejo de culpabilidad por no haberse vacunado en tiempo y forma, quien por el método extractivo anteriormente señalado, robotizado y lelo, proveerá las arcas estatales.

Cuatro: el Ayuntamiento de cada localidad, que se verá beneficiado por la "obligación" del hostelero de ampliar las terrazas para absorber el gran número de no vacunados que no podrán entrar al interior, con el consiguiente gasto en mobiliario y tasas municipales.

Cinco: el sumiso, claudicante y remiso ciudadano, quien ante la que le viene encima, acudirá presuroso a uno de los múltiples centros de vacunación donde el doctor "Menguele" de turno le explicará que los beneficios de todos están por encima del suyo propio... y de la ley.

Seis: La obsesión por vacunar impide que peticiones de numerosos científicos de renombre mundial pidiendo "detener de inmediato el programa de vacunación, mientras se lleva a cabo un análisis de seguridad completo e independiente", sean tenidas en cuenta.

Siete: el señor Macron, presidente de la vecina Francia al que hace días le hemos "colocado" una prueba piloto de nuestra genial idea "marca España", para evaluar allí la respuesta ciudadana de los violentos y reivindicativos "chalecos amarillos", no vaya a ser que empleen la guillotina, incendien París y decidan que matar políticos es un acto de legítima defensa.

A pesar de que la guerra de los vacunados contra los no vacunados está servida, no es óbice para que el que escribe desee salud y unas estupendas vacaciones a todos los que participan (lectores y escritores) en esta sección.

Saludos cordiales.

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