Acoger, escuchar, acompañar
Llevo al menos cinco años sufriendo los efectos incapacitantes de una enfermedad crónica. Cinco años topando, además, con la incomprensión médica y social frente a la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica. La llegada de la covid-19 me sepultó en un triple confinamiento: las limitaciones impuestas por el obligado autoaislamiento frente a la pandemia, la lucha interna, con cuerpo y mente, contra la fatiga y el dolor crónicos, y la soledad del enfermo incomprendido, agotado de dar palos de ciego al aire en cada sitio al que te lleva la desesperación.
Tuve claro, enseguida, que debía comunicarme con cualquier asociación al uso para pedirles ayuda; y también fui yo mismo quien reconoció en mí la necesidad de recibir atención psicológica. Ahora, jamás negaré los beneficios de un tratamiento psicológico personalizado, porque trabajar el empoderamiento personal es un camino duro y complicado; escuchando y aplicando los consejos de voces expertas reconoces tus propias heridas, nunca fáciles de asumir, para dar, luego, la vuelta a los prejuicios, a la negatividad o a la comodidad en la que te has emboscado, al victimismo y la autocomplacencia, a tus ganas de rendirte o dejarte vencer queriendo "descansar" definitivamente con una solución fatal, porque ya no soportas más el dolor.
Llegado a cierto punto de madurez en ese camino, cuando empiezas a sentir que poco a poco vuelves a coger las riendas de tu vida, se hace necesario el trabajo en grupos de iguales: algunos rechazan de plano esta integración por miedo, indiferencia o ignorancia. En mi caso, tras una breve reticencia inicial, significó la plena toma de conciencia de que, juntas, un grupo de personas, enfermas pero empoderadas al ver recuperado su sentido crítico y solidario, podían hacer y conseguir todo lo que se propusiesen: incluso desbordar la mera prestación asistencial de la asociación a la que supuestamente pertenecen. Y es que toda institución nace con vocación de ser desbordada por las necesidades de sus integrantes. Son las propias socias quienes tienen que llegar hasta el último rincón asturiano para acoger, escuchar, acompañar, animar y orientar a aquellas compañeras que se hallan solas o/y sumidas en la gravedad de la enfermedad, sin recursos comunitarios ni socioeconómicos. Sabed que existe un pequeño pero activo grupo de personas que hacen esto con naturalidad y eficacia, que no dudan en recorrer nuestra geografía irradiando una luz necesaria. Y yo tengo la satisfacción de pertenecer a él. Podéis hacernos llegar vuestros mensajes a nuestra dirección de Instagram somostribufibromialgia. Acudiremos a vuestra llamada. Mucho ánimo.
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