La Magdalena de Artedo
Santa María Magdalena, ora pro nobis.
Bajé a la Magdalena cuesta abajo del bello valle que se reclina en la cuesta del mismo nombre. Cerradas las puertas de roble de la iglesia de Magdalena en la incomparable bahía de la Concha Artedo, intacta la espadaña y en el dintel el letrero indicando su carácter de iglesia de antana, derecho de asilo, dentro no me podrán echar mano los corchetes que andan por la red, esos sabuesos que nos indagan a los que somos políticamente incorrectos porque este lugar era un lugar sagrado para los que huían de la justicia.
Fue muy concurrida en el Medievo, llegaban romeros que atravesaban el valle de las Luiñas, y en medio del silencio sin fiesta recojo uno párrafos del libro de George Barrow, aquel itinerante inglés que vino a España a vender biblias: “Hube de pasar la ría en barca y luego trepar por una pina cuesta que los naturales llaman caleya”.
Debió de tener en aquel lugar una fiesta de prau que marcaba el cenit de los veranos asturianos. Y a mi memoria llegan los sones de tambor y gaita. Junto con el grito del ijujú al acabar la danza prima. En los años 80 yo bajaba a misa a esta ermita recoleta donde había una tribuna consistente y un armonium. Repican igualmente las campanas en mi memoria.
Santa María Magdalena, ora pro nobis. La devoción a esta santa pecadora que ungió con sus lágrimas y sus cabellos los pies del Salvador en casa de Simón el Leproso ocasionando la rechifla y la indignación del fariseo, a lo cual replicó Jesús con la frase que ha sido el código de conducta de las que venden su cuerpo por dinero y a cambio dan amor. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. La fiesta de la Magdalena es un solemne día de tolerancia y perdón.
En mis tiempos de Inglaterra yo iba con frecuencia al Magdalene College, dedicado a su memoria y uno de los colegios más famosos de la erudita Oxford, en cuyo campanil se exhibe el reloj de Fairfax con su Papamoscas. La liturgia de la Iglesia romana dedica a esta santa que debió de ser una hebrea bellísima y a la cual los pintores de todos los tiempos, Rembrandt, Velázquez, Van Dick, pintan rubia y al pie de la iglesia de asilo, que no sé si pertenece ya al obispo de Oviedo (fue rectoral en antiguos tiempos), con una pequeña huerta donde crecía el niso y el limonero, canto a media voz para que no me oigan los bañistas que huelgan en el estero de la playa de Artedo aquel himno que transcribo de las páginas sobadas de mi viejo breviario:
Pater supernae luiminis
Cum Magdalena respicis
Flammas amoris excitas
Geluque solvis pectoris
Amore currit saucua
Pedes beatos ungere
Lavare fletu
Comis et ore lambere
Adstare no time cruel
Sepulchro inhaeret anxia
Truces non horret milites
Pellit timorem charitas
Maria castis osculis
Lambit Dei vestigia
Fletu rigat, tergit comis
Detersa nardo perlinit
Deo patri sit gloria
Ejusque soli filio
Cum Spiritu Sanctu
Nunc et per omnia saecula
TRADUCCCIÓN
Padre de la luz de lo alto
Cuando miras a Magdalena
Enciendes llamas de amor
Y derrites el hielo
Del odio que anida en el corazón
Ella corrió llena de amor
A lavarle los pies y ungirle para el sepulcro
Lamiéndolos con su llanto
Los cabellos
Barrunta ya las ansias del sepulcro
No teme a los esbirros
Su amor vence al miedo
De los soldados
María con sus besos castos
Lame los calcaños de Dios
Regándolos con su llanto
Echándolos con el pelo
Y los unta de linimento de nardo
Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo
Ahora y por el universo de los siglos
Amén
Sintiendo la soledad en que ha quedado la iglesia semiabandonada en este augusto valle sin repiques de campanas pero con su espadaña todavía enhiesta me apena que un obispo romano desconozca la dulzura y grandeza de sentimientos que solo pueden expresarse en latín, suprimiendo el rito secular en que rezaron los cristianos a lo largo de las épocas. Otras lenguas carecen de la delicadeza para decirlo tan alto y claro. El Redentor viene a anunciar a los pecadores que nos salvará solo el amor. Amor omnia vincit. Sancta Maria Magdalena, ora pro nobis. Su sagrado pediluvio nos libre de nuestra culpa.
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