Gracias a mi padre
Ahora, papi, tienes todas las edades.
No eres joven ni viejo.
Ahora, te elevaste por encima de lo sensible, pero ya te hiciste antes perfecto.
Todo lo perfecto que puede alcanzar a ser un hombre: un gigante.
Me hiciste el regalo de ser testigo privilegiado de una transfiguración, de una profunda metanoia que te convirtió en maestro de la vida, y de un Tabor que no se agota.
Contigo aprendí el valor de un vaso de agua, de los pies que caminan, de la mano que se entrega, pero sobre todo el valor, la grandeza y la elegancia de un "Campeón"
que se supera a sí mismo para decir adiós, para pedir perdón y para agradecer.
¡Tú, que nunca creíste poder enseñar nada!
¿Qué te parece esto, eh?
Querías "cerrar el mundo" y lo has abierto; te preparaste para "la otra vida", pero ahora
"estás de verdad en cada cosa", y yo bendecida.
A la memoria de D. Julio César Pérez Salvador.
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