El inteligente consecuente
Grosso modo.
Hay en el mundo ocho mil millones de seres humanos. Ocho mil millones de seres inteligentes. De ellos, dada mi larga experiencia vital, jubileta desde hace muchos años, inteligentes consecuentes, inteligentes que obran inteligentemente, no habrá más de un uno por millón, o sea, no más de ocho mil en el mundo.
A esta gente, inteligente consecuente, no le resulta nada fácil la convivencia. Tienen muy limitadas las posibilidades de entretenimiento. Por ejemplo, algo tan elemental como ver una peli.
Se ponen con una policiaca, de crímenes y tal. El asesino entra en contacto directo con la presunta víctima, para ya cargársela de una vez. Entonces ocurre, por lo que sea, esto es así el cien por cien de los casos, al carajo se le cae la pistola, la coge la víctima, presunta, y le mete un tiro al, presunto, asesino. O lo espera detrás de la puerta con un jarrón de veinte kilos que le estrella en la cabeza. Lo que sea, el caso es que lo deja inconsciente, o simplemente indefenso, a sus pies. En ese momento, la presunta, que no alberga la menor duda sobre las intenciones del presunto y de que éste, de ninguna manera va a cejar en su empeño, echa a correr.
El asesino se repone y vuelve a ir a por ella. Ella vuelve a dejarlo fuera de combate y vuelve a echar a correr. Él vuelve a reponerse y vuelve a ir a por ella. Ella le vuelve a dejar fuera de combate... Y así hasta que se cumple la hora y media de duración de la peli prevista en el guion.
El más simple de los simples debería ver lo irracional de la situación. Lo lógico, puesto que nada se lo impide, tiene al asesino a su completa merced, es que la presunta lo remate. O si le da reparo, tome asiento a su lado, con un objeto contundente en la mano, para objetarle en cuanto resuelle. O, si lo prefiere, agarre la cuerda o alambre del tendal y lo prepare como rollo de carne para hornear.
Lo que sea, mientras espera a que llegue la poli, menos echar a correr sabiendo que por ella ha de volver. Y claro, para el inteligente consecuente, esta rechifla resulta insoportable.
Otra.
Sansón tocándoselos y que le viene un filimicas -me suena mejor que filisteo para la ocasión- que quiere cortárselos. No se va a poner Sansón con mucha vaina. “Anda”, dice, “toma, te doy un mechón de mi pelo, para que te hagas más fuerte y no digas”.
El filimicas toma el mechón de pelo e insiste en su intención. Sansón quiere quitárselo de encima con otro mechón.
Así una y otra vez, hasta que él, reforzado por los mechones que le va dando Sansón, menos filimicas, se vuelve más atrevido y se le va encima con un cuchillo decidido a quedárselos por la brava.
Claro, ante esto, aunque no sea nada más que una acción de arco reflejo, Sansón lo manda contra la pared de enfrente de una patada en el culo.
Sansón, con la... consideración que le es propia lo recoge en su clínica para que sea atendido, cuidado y restablecido, hasta que le den el alta.
El filimicas, una vez plenipotenciado, lo que cualquiera con un dedo de frente ha adivinado, a volver a lo andado.
Bien, adivinemos el final de la historia, con una investigación y un raciocinio serios.
Hechos probados. Sansón no quiere pelear, está dispuesto a dar y dar para no hacerlo, y si el filimicas amenaza seriamente su vida, no lo va a mandar de una p… vez pal suco; a lo más que llegará será a mandarlo una temporada a reposar. El filimicas quiere pelear para lograr su deseo, sea como sea, recurriendo a los medios que sean, y no va a rendirse jamás. Y si el enfrentamiento no se dirime en una generación, o en dos, o tres, o las que sean, seguirá la pelea, y habrá que tener en cuenta entonces que los descendientes de Sansón heredarán sus genes y los del filimicas los del tal.
Con estos hechos a la vista, la pregunta: ¿llegará el filimicas a salirse con la suya? Dada la obviedad de su respuesta, carece de sentido.
Sin embargo, en España, grosso modo, como he dicho, para que resulten fácil los cálculos, cincuenta millones de españoles, pues solo cincuenta españoles responderán como inteligentes consecuentes. El resto, o creen que los ganadores serán los Sansones, o se la trae al pairo que gane quien gane.
Mientras no aumentemos el porcentaje de inteligentes consecuentes y el número de españoles que amen a su matria madre... a sucumbir ante los filimicas.
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