Cliu, cliu, cliu...
Recordatorio. La experiencia es la enfermedad que ofrece el menor peligro de contagio.
Oliverio Girondo
El lugar es precioso. Barquitos y lanchitas de vela que van y vienen. Cuánto te añoramos, «Quéreme algo».
Playas hermosas, limpias... Accesos cómodos... Bares, cafeterías, restaurantes, terrazas concurridas, ambiente agradable, atardeceres placenteros... Vamos, que todo marcha fenomenal. Bueno, que todo, todo, todo iría de cine si las gaviotas no se pasasen de rosca, verbigracia, de la raya, venga invadir tierra adentro bombardeando sus deposiciones sin apenas tregua sobre todo quisque. A este escribidor una de esas aves acaba de echarle la gran cagada encima de la cabeza precisamente cuando salía de cierta peluquería de ese bello lugar.
Caray con las gaviotas: cliu, cliu, cliu, de alba a alba. Uno respeta y quiere a todos los animales. ¿Mas sería mucho pediros, gaviotas y gaviotinas, que os vayáis con vuestras cantinelas y diarreas crónicas allá a los acantilados?
Amables lectores, en estos instantes y a punto de poner el ídem final estamos tarareando la canción «Una gaviota en Madrid». Cliu, cliu...
Érase una vez.
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