El sabio Pereiro
Según el dicho popular, rectificar es de sabios. El alcalde Pereiro rectificó la prohibición de aparcar en la feria; sólo por eso ya es un sabio, pero no queda ahí la cosa.
A finales de junio los habitantes de Luarca no salían de su asombro. Cada día un trozo de la villa era parcelado y acotado mediante un horrendo vallado a base de varillas de hierro y cintas rojiblancas, tal como rediles de fauna caprina, con la leyenda: «Prohibido aparcar». Una buena foto era imposible, todas estaban afeadas por el antiestético sistema de cierre. Aquello parecía fruto de una mente calenturienta o de una demencia de poder.
Llegado el turno de la feria, la ciudadanía se mosqueó y llegó la consabida rectificación, que ni mucho menos es el reconocimiento de un error.
Todo estaba calculado, meditado y perfectamente diseñado. Tal como lo hacen los políticos realmente sabios. Es el uso estricto y riguroso del manual de Pepiño Blanco, se envuelven en seda actos rechazables, se perfuma aquello que atufa y el votante traga como pez el anzuelo.
Que nadie dude de la inteligencia de los que nos gobiernan. Es un gran error. Son listos como ratas.
No se entiende la urgencia de acometer ahora la reforma de la feria, con todo lo democrático que es, avalada por los socialistas y consentida por la oposición, cuando lo que se llama el parque se reduce a un conjunto de baldosas rotas e infinitamente agujereadas o cuando lo que conocemos con el nombre de parque infantil es un espacio urbano decrépito dominado por el abandono.
Los sufridos contribuyentes admitimos ver la feria sin coches, admitimos una zona reservada para buses sin ocupación, admitimos la zona azul como un donativo a la caja consistorial, admitimos sapos como animales de compañía, admitimos… casi de todo.
Cuando llegue septiembre el gobierno municipal retomará la disminución drástica de plazas de aparcamiento en Luarca y ya no habrá capacidad de respuesta por parte de nadie. No se entiende esa ansia por eliminar de forma constante espacios donde aparcar; salvo que se pretenda convertir a Luarca en un lugar de propiedad, uso y disfrute de una clase reducida de privilegiados.
A los residentes de Luarca siempre les queda la opción de volver al jumento, esta especie animal en peligro de extinción lo agradecerá, no gastan combustibles y ahora mismo hay sitios de sobra donde amarrarlos.
Tampoco se entiende que las casetas de la playa se hayan de retirar durante el invierno si no fuera porque se está a la espera de un venidero verano que se olvide del edicto que regula su instalación.
¡La sabiduría en, hacia y para el poder!
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