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Money for nothing

28 de Julio del 2021 - Pedro Manuel del Rosal Cimadevilla (Gijón)

"Dinero por nada" es el título en español de una canción del grupo "Dire Straits", que fue un gran éxito en la década de los años 80. Pero no es de música de lo que quiero opinar.

Hoy en día "Dinero por nada" es para mí el gran error de las políticas sociales que utilizan el dinero público en cantidades ingentes para ayudar a las personas que más lo necesitan a cambio de nada, y eso trae consecuencias a mi juicio muy graves.

En más de una ocasión recientemente he escuchado a diversas personas de mi círculo próximo, relatos reales y de total credibilidad, de empresas del sector servicios que están buscando personas para cubrir puestos de trabajo y que a duras penas logran encontrar, pese a que se supone lo contrario por los elevados índices de paro. La razón es clara, las personas que potencialmente podrían optar a esos puestos están en situación subsidiada, ya sea cobrando el paro, ayudas sociales de un tipo o de otro, y por tanto no tienen una motivación real para trabajar en un puesto de estas características que les supone unos ingresos similares o un poco más altos de lo que ya reciben. En esos relatos es frecuente encontrar casos de personas que en esa situación se ofrecen a trabajar pero en "b", para no perjudicar su fuente de ingresos procedente de las ayudas públicas.

Estos relatos describen una realidad que todos conocemos y que todos, de algún modo u otro, aceptamos como algo normal y que no hay otro modo de hacerlo. Pero sin embargo esconden un problema latente que debe atajarse si queremos construir una sociedad realmente justa y equilibrada y no hipotecar a valores insostenibles los derechos de nuestros hijos y descendientes.

Los recursos públicos son escasos y requieren por esa razón y porque el dinero de todos es el más sagrado de todos (aunque suene a chiste, para mí no lo es), de una gestión no solo impoluta sino también realista, equilibrada y sobre todo sostenible. Todos nos creemos con derechos de una u otra índole, y en su mayoría irrenunciables e innegociables: derecho a una pensión justa y que suba con el IPC, derecho a ayudas sociales para colectivos desfavorecidos, derecho a ayudas por desempleo, derecho a una vivienda digna, derecho a unos servicios de calidad sanitarios, educativos, sociales, derecho a infraestructuras y transportes eficaces, y un largo etcétera de derechos. Por supuesto no voy a cuestionar ninguno de ellos, faltaría más porque creo firmemente en todos ellos, pero por encima de mis creencias personales están las realidades y las posibilidades colectivas de esto que llamamos España. El presupuesto público debe gestionarse desde parámetros racionales y realistas y no hay diferencias sensibles con el modo de gestionar el presupuesto de una familia: no se puede gastar continuamente más de lo que se ingresa, en otras palabras: hay que ajustar los gastos a los ingresos y no a la inversa. La realidad del presupuesto español es que en un período de menos de 15 años hemos doblado la deuda pública, pasando de un 60% del PIB a más del 120%...unos 750.000 M de deuda adicional. Estamos dedicando casi la mitad de nuestro presupuesto a pensiones, y otra parte muy importante a ayudas y políticas sociales. Pero lo estamos haciendo a base de endeudarnos, ajustando ingresos a los gastos (o sea, el mundo al revés).

En este contexto de gasto público continuamente por encima de nuestras posibilidades, es cuando más hay que hacer por mejorar la gestión de los recursos públicos. Pero incluso en una hipotética situación de equilibrio, es decir sin deuda pública, también es necesario una gestión racional y sostenible, porque eso debería ser el principio y base de todo lo relacionado con la gestión pública. Entregar dinero a personas en edad de trabajar y con capacidad de hacerlo a cambio de nada, y me refiero a ayudas sociales, pero también al subsidio por desempleo (y matizo este caso, a partir de un tiempo prudencial de empezar a cobrarlo, por ejemplo 6 meses), no es justo ni sostenible. Y lo digo bien alto y claro, ni es justo ni es sostenible. Ayudar a personas desfavorecidas, en paro o lo que sea, es un deber del conjunto de la sociedad y eso no lo cuestiono, pero esa ayuda debería tener algún tipo de contraprestación por parte de la persona ayudada, y me da igual su sexo, su procedencia, sus creencias y todo lo que se pueda decir. Ayudar es un acto de generosidad y pone en valor la sociedad que contribuimos, pero esa contribución debe ser de todos, también de los ayudados. Hay muchas formas de devolver esa ayuda en forma de aportación social, de trabajos para la comunidad, como acompañamiento de ancianos... algo que además de justo, pone en valor la ayuda recibida y sirve para que esas personas se sientan útiles y comprometidas con la sociedad que las está apoyando.

Soy consciente que escribir este tipo de artículos puede generar polémica y ser malinterpretados, y por supuesto sé que estoy hablando de una utopía. Allá cada uno con su opinión, la mía es muy clara, y puedo afirmar sin rubor que con todas las personas que he conversado al respecto la comparten, sencillamente porque es lo correcto. Si fuera compartida por los que nos gobiernan nos iría a todos mucho mejor, y si yo fuera uno de los ayudados, estaría encantado de poder contribuir la sociedad a devolver con algo de mi esfuerzo la ayuda recibida.

Y además me sentiría mucho mejor por ser útil a los demás. Invito a reflexionar, ¿hay algo mejor que eso?, ¿por qué no lo empezamos a hacer así?

Atentamente,

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