El desafío reincidente
Mientras la madre está avisando con un castigo que nunca llega, el niño se crece en su desafío hasta que sucede lo que se hubiese podido evitar. Así ocurre en cualquier esfera de las sociedades débiles. No se puede contentar a todos los niños desmadrados, egoístas y predelincuentes que quieren lo suyo sin que les importen ni el bien común ni a lo que llevará lo suyo. Léase separatistas reincidentes, minorías o mayorías extremas y radicales, reincidiendo en sus desafíos, violencias de todo género, ocupaciones -la palabra correcta es robo- de la vivienda ajena, o simples robacables que saben que si la justicia llega, será exigua; a los fumadores en las terrazas de los bares ni siquiera les llega, conscientes de que el tabaco también mata al fumador pasivo.
Dejarles plantados en su envalentonamiento hará que víctimas inocentes paguen cara la disciplente actitud que no atajó la indisciplina y que ahora campan con orgullo y desvergüenza para escarnio de una familia, país o sociedad amparada en ley. Hace más de tres mil años ya se avisaba sobre las consecuencias: "Por cuanto la sentencia contra una obra mala no se ha ejecutado velozmente, es por eso que el corazón de los hijos de los hombres ha quedado plenamente resuelto en ellos a hacer lo malo" (Eclesiastés 8:11).
La madre debió de ejercer de madre, el Estado de Estado y la ley de ley, de otro modo estamos desamparados... o puede que los evolucionistas tengan razón y, por ley natural, no por ley moral, se establezca sin tapujos la ley del más fuerte. El niño que va sentado en el autobús ha puesto sus pies en el asiento de enfrente, impidiendo que una persona mayor lo ocupe y manchándolo al mismo tiempo. La madre, lejos ya de un gesto de censura, parece sentirse orgullosa de semejante animal; el futuro, o lo que quede de futuro, será suyo.
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