Antón el de Xuaca
Fue un allerano que hizo historia como bromista y un disparatado humor allá por los años 30 y 40, cuando nuestro carpetovetónico país resurgía de sus propias cenizas después de aquel apocalíptico pasado de 1936. Antón era de Serrapio, pueblo con una gran historia, sobre todo de su iglesia parroquial. Antón era ganadero, posiblemente el más importante entonces en el concejo. Conocimos a Antón en las estribaciones del Picu Torres, la mítica cumbre allerana; Antón andaba en busca de una novilla que andaba perdida por allí y que uno vio cuando descendía después de escalar esa cumbre. Le ayudé a encontrar la novilla, lo que dio origen a una buena amistad. Antón, de Serrapio, y Carlos, de Murias, fueron dos alleranos que se hicieron famosos y populares por su humor y sus bromas, que en el paisano de Murias algunas eran de Juzgado de guardia, como aquella en que dejó a un mielero de la Alcarria en calzoncillos cogido a dos pellejos de miel que llevaban otras tantas mulas. Antón el de Xuaca nunca llegó a esos extremos, pero hoy vamos a recordar lo que dijo a un listillo viajando en aquel histórico tren Vasco, que tenía un recorrido de Oviedo a Collanzo de Aller que mucha vida dio a pueblos y concejos. Antón ese día iba al mercado de ganado de Grao, previo trasbordo en Fuso de la Reina. El tren, como siempre, lleno hasta los topes, sobre todo la clase tercera. En ella va Antón, cómodamente sentado desde Cabañaquinta, porque el aluvión de gente comenzaba en Moreda y sigue en Ujo, Taruelo, Figaredo y Mieres. Y en esta estación una llamativa mujer se sitúa de pie al lado de nuestro paisano, al que presiona para que le deje el asiento, y termina diciéndole: “Está visto que no hay educación”, y el de Serrapio, cortésmente, le responde: “No, muyer, lo que nun hay ye asientu”.
Un individuo sentado enfrente, que se las viene dando de sabiondo, le reprocha que no le deje el asiento a la señora, y Antón le responde: “Déxailu tú, listiyu, que yes más xoven”. El otro, ofendido por el tuteo, le dice indignado: “Oiga, paisano, ¿en qué mesa hemos comido juntos para que me trate de tú”. La respuesta de nuestro paisano fue inmediata e irónica: “Pues que yo sepa, listiyu, en ninguna, porque yo nun acostumbro a comer en duerna...”.
Y cuando iba a estallar la tormenta en aquel vagón del tren Vasco, llegó el revisor y puso paz y orden y se fue picando billetes con una sonrisa picarona. Antón el de Xuaca, de Serrapio, hizo suya la sonrisa.
Por cierto, que el revisor resultó ser José Suárez, que llegó a ser un famoso actor del cine español de entonces, luego se casaría en Moreda y allí terminó sus días, después de haber sido alcalde de Aller. La vida a veces nos suele llevar por insospechados caminos. Que pueden ser acertados o equivocados. Porque el hombre es él y su circunstancia.
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