La posición "A" enla debacle de Annual
A mediados de marzo de 1921, por orden del comandante general, general de división Manuel Fernández Silvestre, quedaron paralizadas todas las operaciones de avance que con encomiable éxito se estaban llevando a cabo en esa zona oriental del Protectorado de España en Marruecos. En Melilla se multiplicaban los homenajes que se ofrecían al Comandante General por el éxito obtenido en la progresión de las tropas españolas por el territorio rebelde y que constituía el “Belad es Siba” (territorio que no admitía la autoridad política del sultán reinante y solo lo aceptaban en lo religioso). “Belad es Maghzen” lo formaban las cabilas que aceptaban su autoridad y pagaban sus tributos. Se celebraban banquetes donde se ensalzaba su figura con discursos patrióticos. Sin embargo, desde la margen derecha del “ouad Amakrane” (río Amekrán) hasta la ribera derecha del “ouad Guís” vivían los indómitos “beniurriaguelíes” y “tensemaníes” que habían formado una harca muy numerosa al mando de Muhammad ibn Abd el Krim al Khattabi, hombre sagaz y muy inteligente. El general Fernández Silvestre, que había recibido información sobre el citado personaje, con desprecio y altanería, había respondido: “Este hombre, Abd el Krim, es un necio. No voy a tomarme en serio las amenazas de un pequeño caíd beréber a quien hace poco había otorgado clemencia. Su insolencia merece un nuevo castigo”.
Envuelto en una desmesurada soberbia y con la idea de ser el primero en alcanzar con sus tropas la bahía de Alhucemas (AI-Hoceima) ordenó al comandante Jesús Villar de la Policía Indígena que asentase una posición en el monte Abarrán, que emergía en el macizo de Quilates en la cabila de Tensaman. Cuando la guarnición que habría de defenderla se encontraba en pleno trabajo de fortificación fue asaltada por una harca de 3.000 “muyahidin” (guerreros rifeños) que a las órdenes de los hermanos Abd el Krim esperaba en el “Yub al Kama” (cima del cerro Kama). En el asalto murieron todos los oficiales españoles y la mayoría de los soldados peninsulares servidores de la batería de montaña emplazada. Esa misma harca dos días más tarde atacó la posición de Sidi Orís en la costa mediterránea, pero sus ataques fueron rechazados una y otra vez por la guarnición de dicha posición que estaba al mando del comandante Julio Benítez y Benítez, muerto al mes siguiente en la defensa de la posición de Cudia Igueríben. Tras los sucesos acaecidos, el día 5 de junio el Alto Comisario y el Comandante General de Melilla mantuvieron una reunión en la bahía de Sidi Orís a bordo del acorazado “Princesa de Asturias”. Después de un cruce de palabras nada amistosas y con acusaciones entre ambos jefes militares llegaron al acuerdo de reforzar todas las posiciones emplazadas en primera línea y asentar otras nuevas en puntos estratégicos que sirviesen para contener la progresión de las harcas rifeñas. Entre los nuevos asentamientos se encontraba “la posición “A”.
Estaba asentada sobre una loma cercana a los 1.000 metros de altitud y a retaguardia de la posición de Yabal Uddía, que a su vez tenía en vanguardia la posición “B”. Estas nuevas posiciones tenían la misión de proteger el flanco derecho de la pista que unía el Campamento de Annual con las posiciones de Ben Tieb y Dar Dríus en dirección a Melilla. También tenían la misión de impedir movimientos de rebeldía en las cabilas de Beni Tuzín y Tafersit. El recinto de la posición “A” tenía forma trapezoidal y era de reducidas dimensiones. Como el resto de las posiciones estaba protegido en primera línea por una alambrada de espinos de doble banda sujeta a piquetes de madera y en segunda línea lo circundaba un muro de piedra de una altura de 1,40 metros aproximadamente que quedaba rematado en su parte superior por dos hiladas de sacos terreros. La guarnición al mando del capitán José Escribano Aguado, que era el Jefe de la III compañía del III Batallón del “Regimiento de San Fernando”, la componían unos 150 hombres (andaluces, valencianos castellanos, catalanes, asturianos ... ), integrados en dos secciones de la III compañía del III Batallón del mismo Regimiento al frete del alférez Darío Fernández Reigada; dos piezas de la Compañía de Ametralladoras del I Batallón del citado Regimiento al frente del teniente Antonio Márquez Tellechea y una batería de montaña al mando del teniente Antonio Martínez de Castro que se incorporó unos días más tarde.
Los días fueron pasando con algunos hostigamientos por grupos de “rifeños rebeldes” que se acercaban hasta la posición pero que fueron repelidos por la guarnición. Durante todo el día 19 de julio los defensores de la posición “A” estuvieron oyendo el tronar de los cañones de la posición de Cudia lgueríben que se encontraba cercada por una numerosa harca y los delcampamento de Annual que la apoyaba con la intención de romper el cerco. Ya entrada la noche aún se oía con nitidez la descarga de los fusiles y el traquetear de las ametralladoras. El día 20 de julio las noticias que llegaron a las nuevas posiciones asentadas por las proximidades del barranco de Izumar indicaban la imposibilidad de los convoyes salidos del Campamento de Annual cargados de víveres y municiones de poder alcanzar la posición sitiada ante la barrera de fuego impuesta por “los rifeños rebeldes” parapetados en las resquebrajaduras de los cerros que emergían por ambas lados de la pista de acceso .. A media mañana del día 21 de julio el capitán José Escribano que comandaba la guarnición de la posición “A” recibió noticias del campamento de Annual de que un nuevo convoy había salido a primeras horas con el propósito de alcanzar la posición de Cudia lgueríben. Desde el parapeto los defensores de esa posición oían el estampido de los cañones del campamento de Annual apoyando el avance de la columna que había salido a primeras horas con propósito de romper el cerco impuesto por “los rifeños rebeldes”. Estaban enterados de las penalidades y sufrimientos que estaban padeciendo los compañeros sitiados envueltos en un calor sofocante y sin poder hacer la aguada (suministro de agua). A las 17.00 horas de ese mismo día las noticias llegadas a la posición “A” indicaban que Cudia lgueríben había caído en poder de las huestes de los hermanos Abd el Krim y que la columna que había salido por la mañana con la intención de romper el cerco impuesto se retiraba hacia el campamento de Annual perseguida por cientos y cientos de “rifeños rebeldes” que estaban produciendo cuantiosas bajas. Al anochecer de ese mismo día las posiciones asentadas en la línea del barranco de Izumar quedaron incomunicadas con el campamento de Annual.
Con la llegada de la claridad del día 22 de julio los hombres de la posición “A” abandonaron las tiendas para pegarse al muro de piedra y dirigir la mirada hacia donde se asentaba la posición de Cudia lgueríben que elevaba una columna de humo hacia las alturas. Señal inequívoca de que había sido asaltada y arrasada por el enemigo. Es muy posible que todos sus defensores hubiesen muerto y cobardemente mutilados. Desde el parapeto los defensores podían controlar los movimientos de “grupos de rifeños” que bullían por las proximidades de la posición. Núcleos importantes “de cabileños” bajaban por las laderas de los montes de Tafersit y de Beni Tuzín. El capitán José Escribano esperaba recibir noticias de las posiciones más próximas al campamento de Annual sobre las decisiones tomadas por el mando. Sobre las 16.00 horas desde el parapeto los defensores de la posición “A” pudieron presenciar un espectáculo bochornoso y tremendamente dramático. Envueltos en una gigantesca nube de polvo y angustiados por un sol abrasador los soldados españoles que habían abandonado el campamento de Annual corrían despavoridos por la pista de acceso en dirección a Ben Tieb. “Los harqueños” se desplazaban en gruesos contingentes a uno y otro lado de la pista a la vez que disparaban sobre un blanco seguro, pretendiendo cortar la retirada de la desorganizada columna. El capitán José Escribano ordenó a la guarnición que se mantuviese en permanente estado de alerta. En varias ocasiones había intentado ponerse en contacto a través del heliógrafo con las posiciones más próximas pero no había tenido respuesta. Lo que hizo suponer al bravo militar español que las respectivas guarniciones las habían abandonado y se habían incorporado a la columna que corría despavorida en dirección a Ben Tieb. Como quiera que ellos no hubieran recibido instrucciones de abandonar la posición, en el cumplimiento de su deber deberían resistir hasta recibir ayuda y ser liberados o morir en la defensa de aquél enclave español bajo un sublime espíritu patriótico: “Honor a la Patria, al Rey y al Ejercito”.
Tal y como barruntaba el capitán jefe de la posición “A” con la llegada del anochecer se inició la embestida del enemigo. “Los rifeños rebeldes” rodeaban por completo la posición realizando descargas continuadas. Las ametralladoras del enclave español barrían el frente por donde llegaban de retorno “los moros” que habían perseguido a la columna española que hubiere abandonado el campamento de Annual. Los dos cañones “Schneider” estaban prestos para al alba iniciar el cañoneo sobre las concentraciones enemigas. El día 23 de julio continuaba el cerco impuesto. En determinados momentos la posición llegaba a convertirse en un mar de fuego y metralla. Ardía y crepitaba como una inmensa hoguera. El día 24 de julio el número de heridos había aumentado de forma alarmante y sus gritos de dolor machacaban continuamente los oídos de sus compañeros recomiendo sus entrañas al no poder abandonar el parapeto para atenderles. El día 25 la diezmada guarnición continuaba rechazando las embestidas del enemigo. El griterío de “los harqueños” era ensordecedor y atemorizaba a los defensores. Angustiados por la sed y desarbolados por tantas horas de lucha, al ver que las municiones escaseaban y sabiendo a conciencia que no iban a recibir ayuda el capitán José Escribano con bandera blanca salió al exterior para parlamentar con “los cabecillas rifeños” sobre una rendición y que todos ellos sanos y salvos fuesen conducidos hasta las proximidades de Melilla. Sin embargo, ya en el exterior, de improviso se encontró rodeado de enemigos que le empujaban hacia la posición con el propósito de entrar todos juntos y dando una orden de fuego una descarga cerrada dio en tierra con el bravo militar español y con el grupo más próximo que le presionaba. El día 26 de julio la posición sufrió un feroz ataque por parte del enemigo que quería eliminar a toda costa el último reducto español que les hacía frente. En la madrugada del día 27 de julio, desfallecidos por tantas horas pegados al parapeto repeliendo las acometidas de un implacable enemigo, angustiados por el sofocante calor y la sed, y faltos de munición, la posición fue asaltada por una masa enardecida de “rifeños rebeldes” y todos los defensores españoles pasados a cuchillo...
¡Solo en la posición “A”, único luminar con las posiciones de Dar Dríus y Afrau, se defendió durante cuatro días un reducido número de soldados españoles, que bien mandados, supieron dar pruebas de su valor y heroísmo! ¡Honor y gloria a todos los españoles caídos en defensa de la Patria! ¡Viva Asturias! y ¡Viva España!
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