Sobre Cáritas de Siero y las críticas de dos exvoluntarias
(En respuesta a D.ª Isabel Lorenzo Suárez)
Después de leer su comentario acerca de “las críticas de dos exvoluntarias de Cáritas de Valdesoto-Carbayín”, como vecino de Valdesoto me siento en la obligación de dar cumplida respuesta respecto a alguno de los aspectos que Vd. cita en su escrito.
Sin entrar en lo meramente relacionado con el servicio de Cáritas en Valdesoto-Carbayín, en su forma de proceder, así como en la actitud y actuación del sacerdote responsable de este servicio, me voy a referir solo a lo que es y Vd. se refiere en relación al local utilizado por Cáritas.
Dice Vd. que el local es de la Iglesia y yo le pregunto: ¿conoce el pasado de este local?, ¿sabe a quién lo adquirió la Iglesia para hacerse con la propiedad?, ¿sabe que ese local no consta inscrito en el Registro de la Propiedad, cuando por el contrario otros bienes de la Iglesia en Valdesoto sí están inscritos?, ¿por qué no lo está?
Afirma en su comentario que, además, el local es utilizado solo por el servicio de Cáritas, cuando esto no es así: a día de hoy en el mismo existe material de varias asociaciones de Valdesoto, ¿con permiso de la Iglesia?, puede que así sea, pero reconozca que miente cuando afirma que ahora solo se usa para preservar la confidencialidad y privacidad que requiere el servicio de Cáritas.
Pues mire, en lo referente al local le diré que el mismo perteneció siempre al Sindicato Agrícola de Valdesoto, que en el mismo se hacía en épocas de racionamiento la entrega de víveres a los socios. La Iglesia se hizo con este local aplicando una ley vigente hasta el año 2016 por la cual con un simple certificado del Arzobispado en la notaría se admitía elevar a escritura la adquisición de un bien, dígase abandonado, en desuso o similar. Y este fue el procedimiento que utilizó el entonces párroco de Valdesoto D. Pedro Parajón Corujo, quien posteriormente gestionó con la Sra. condesa de Villarea una ayuda para reparar el mismo y dejarlo como está en estos momentos, eso sí, bajo el argumento de que beneficiaría a los vecinos. Luego pregúntele Vd. a quien airea a los cuatro vientos que ese local es de la Iglesia quién es el vendedor, porque convendrá conmigo que en toda venta hay un vendedor y un adquirente.
Dirá Vd. que en qué me baso para afirmar que la Iglesia se hizo con este local, que pertenecía a un Sindicato Agrícola extinguido, y que debería ser un bien patrimonial del pueblo, la Iglesia, de forma sibilina, con nocturnidad y alevosía, exento de toda información pública para que transcurriese el tiempo y nadie presentase reclamación alguna.
Pues mire por dónde existen documentos que acreditan lo que le digo, me brindo a mostrárselos con luz y taquígrafos para que Vd. compruebe que lo que digo es así. Señora, aplíquese el refrán de “no ofende quien quiere, sino quien puede”, en la próxima sea más prudente e infórmese antes de dejarse llevar por la opinión interesada que hacen los sacerdotes con los que Vd. mantiene relación sobre este asunto.
Dicho esto, no entiendo por qué otros servicios de apoyo a los vecinos más necesitados no pueden, igual que otras asociaciones y la propia Cáritas, utilizar este local.
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