Nada es por nada
Un periodista de esos que te caen bien escribe con refrescante humildad sobre su lucha con la dieta en un artículo titulado: "Operación bañador". No queda más remedio que aceptarse a uno mismo. A mí me pasa con una calva que podría ser más digna, pero ese poco cabello extendido por encima de las orejas y que al viento me da cierta imagen de Albert Einstein, es algo a lo que no quiero renunciar. Una vez, mi familia, capitaneada por una de mis nueras, consiguió la hazaña de cortarme el pelo con maquinilla. Se hicieron fotos y fue día de fiesta, pero yo me quedé sin personalidad, así que ya no habrá más oportunidad.
Creo sinceramente que en este tiempo se suele confundir progreso con cambio. Si repasamos muchos de los cambios, veremos qué nos han traído y qué hemos perdido. Todo ese "bienestar" económico -ahora se vive mejor- no es a cambio de nada, es en muchos casos a cambio de lo imprescindible. ¿Cambiaríamos ahora el automóvil por no tener en riesgo la supervivencia del planeta? Según don Miguel A. Saz (climatólogo): "Aunque dejásemos de emitir gases de efecto invernadero hoy mismo, el proceso de calentamiento continuaría durante décadas", o... ¿cambiaríamos los campos de labor, los pastos y todos los hábitats por plantas fotovoltaicas por seguir teniendo automóvil (eléctrico)? Los impactos pueden ir desde un aumento de invasiones por parte de especies no nativas hasta el cambio en hábitats protegidos como respuesta a perturbaciones ambientales, igual que ocurre con el cambio climático. Nada es por nada.
Se vive mejor en una casa propia que en una de alquiler, pero ha tenido que trabajar él y ella. Queramos reconocerlo o no, el esfuerzo por alcanzar cosas materiales no ha sido gratis, eso ha llevado a la proliferación de guarderías y residencias, y una menor atención a la educación de los hijos en casa ha contribuido en algún caso a los problemas tan serios que presentan las nuevas generaciones. Por cierto, el suicidio se convierte por primera vez en la principal causa de muerte de los jóvenes.
"Fumar es un placer sensual", según cantaba Sara Montiel, pero a cambio -nada es por nada- el tabaco mata a la mitad de las personas que lo consumen, y en algún porcentaje a otras que lo respiran; porque sí, el tabaco mata más que los pedos de las vacas. Si se llegara a respetar el no fumar en las terrazas de los bares, yo lo tomaría como una vuelta a los rancios valores de conciencia ciudadana -creo que hay catorce millones de fumadores en España- y como gesto de agradecimiento me dejaría cortar el pelo y... a lo mejor, don Javier retomaría la dieta.
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