Los capan y les cortan las orejas y no pasa nada...
Así están las cosas. Mientras un cazador comete un delito si corta las orejas o el rabo a un perro de caza, los animalistas pueden cortarles hasta los “güevos” a los gatos callejeros y no pasa nada. No se contempla que lo hagamos por su propio bien, por ser perros de trabajo, para evitar que se dañen… nada: han conseguido que todo lo nuestro se vea como un maltrato aunque los maltratadores sean ellos.
Si sobran gatos callejeros, lo normal sería eliminarlos sin más comedias... pero, claro, ¿cuánta pasta pública se embuchan con este cuento? Vaya un país, colas del hambre, paro, pobreza, y nosotros echando el dinero en gatos...
Vivimos tiempos en los que el descerebramiento se ha convertido en lo normal, pasando lo natural a convertirse en un delito. Ser civilizado hoy es ser artificial, humanizando a los animales, comiendo como herbívoros, premiando todo aquello que borre la identidad del hombre como ser que forma parte del medio. Confunden a propósito proteger con prohibir, manipulan a los ciudadanos, mientras no acabamos de encontrar la forma de defendernos. Hace poco la fundación Affinity publicó su informe anual, donde recoge que solo un 10% de los abandonos de perros tienen que ver con la caza. ¿A que no se le ha dado publicidad a ese dato? No, hombre, es mucho mejor para sus intereses continuar con la mentira de los cientos de miles de galgos abandonados.
Tolerancia cero con el ecoanimalismo. No hay peor amenaza para el mundo rural.
Viva la caza. Viva el mundo rural.
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