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Predicar nun ye dar trigo, sobren babayos

8 de Agosto del 2021 - José Luis Álvarez Lauret (Gijón)

El refranero español tiene prácticamente uno para cada faceta de nuestras vidas; en este caso, voy a mencionar el que dice: “Una cosa es predicar y otra dar trigo”.

Con la muerte del general Franco y el paso de su régimen hacia la democracia, los que entonces teníamos por delante toda una vida o la mitad de ella, pensamos y creímos que a partir de aquel momento este país iba a ser una especie de “paraíso” respecto de lo que dejábamos atrás. Ya pasaron 45 años y en muchos casos, por el contrario, la desilusión o la frustración es enorme.

En mi opinión, la mayoría de los que por nuestra edad habíamos pasado las calamidades de los años de posguerra hoy empezamos a comparar la última década del franquismo con lo que hoy tenemos, y no alcanzamos a entender que nos pueda estar pasando lo que nos pasa. Pregunto: ¿alguien entonces podía imaginarse que hoy, transcurridos 45 años del final de aquello, y gobernando quienes dijeron y dicen ser los defensores de la clase trabajadora, nos íbamos a ver como nos vemos? Yo creo que ninguno nos lo podíamos imaginar.

Que me perdonen cuantos aún piensan lo contrario, pero yo no veo más que engaño en casi todo cuanto se nos prometió. Tiraron a la papelera la Ordenanza Laboral franquista, que especificaba con exactitud las labores de cada profesión, para pasar a lo que hoy llaman Estatuto de los Trabajadores, y resulta que, en vez de mejorar en derechos, los trabajadores han ido marcha atrás como el cangrejo. El empresario, o el jefe de taller, tiene la potestad de convertirte a su antojo en “hombre todo terreno”; igual te puede poner a hacer labores de tu profesión que a barrer el taller o a andar de recadero y meapilas a su antojo. Las grandes empresas, hoy casi todas privatizadas, están subcontratando gran parte de su actividad, sobre todo las labores más penosas, y poniéndola en manos de “empresas negreras” de contratas, que abusan de los trabajadores que contratan con salarios bajos respecto al del personal de las empresas contratantes, y, además, obligándoles a hacer jornadas por encima de las ocho horas reglamentarias. Yo pregunto: ¿dónde está la Inspección de Trabajo y el control de los sindicatos, con un gobierno que dice y presume de ser socialista y comunista. ¿Es eso el socialcomunismo, crear esclavos? No lo puedo entender. Seguiría largamente denunciando lo que hoy creo que nos pasa, pero tendría que alargarme, y no quiero abusar del espacio que LA NUEVA ESPAÑA nos permite a los lectores. Pido y ruego a quienes gobiernan y sacan pecho a todas horas presumiendo de lo que demuestran no ser que se dejen de demagogia y de darle vueltas a la retórica para que, al final, no todo siga igual, sino peor que nunca antes. Seguramente ellos vivan muy bien, pero que vean y piensen lo que pasa a su alrededor con personas que no pueden defender sus derechos laborales por temor a represalias y verse en la otra esclavitud, que es el paro.

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