Las lágrimas millonarias
"Messi ha dado más al Barcelona que el Barcelona a Messi". Esta ha sido una las sentencias como reacción a la salida de Messi del equipo de toda su vida. ¿A alguien le extraña el cuajo que se cogiera el 10 en la "histórica" rueda de prensa? Cuajo dirigido a los malagradecidos directivos del club, en quienes recaerán todas las iras de los culés, que jamás dejarán de adorar a su "becerro de oro"... hasta que se fabriquen otro, claro.
Lo cierto es que uno no sabe qué sistema de valores impera en los autores de la frase que encabeza este texto o la manera de dimensionar y cuantificar en cifras la contundencia de la frase o en qué marco comparativo caben los éxitos deportivos de un club millonario con la salida de un "pibe" de los arrabales de Rosario, de la miseria como futuro, hasta convertirse en el jugador mejor pagado de la historia del fútbol. No sé si alguien ha hecho el ejercicio de cuantificar los millones de euros que ha ganado el "holding" empresarial, "Messi, S.A." dirigido por Jorge Messi (padre de la estrella), desde que firmaron el primer contrato. A mí esas cifras me marean, por lo que no soy capaz de entrar en esa pesadilla.
Lo cierto es que, pese a esas insultantes ganancias, el "holding" empresarial no se sentía conforme y recurrieron a lo que todo enemigo de la justicia retributiva recurre, la evasión fiscal, el engaño a Hacienda, que es lo mismo que el engaño a todos (culés incluidos). Fue vergonzosa la comparecencia de Leo Messi ante el juez para declarar por delito fiscal comprobado y sentenciado y más vergonzoso todavía, si cabe, que centenares de culés lo vitorearan a la salida del Juzgado. Fue entonces cuando pensó seriamente salir del club de sus amores porque "España no le había tratado bien", "se ensañaron conmigo" (¿?). Dos años antes (2014) ya le había dicho a Tito Vilanova que quería marcharse. "¿Adónde vas a ir? ¿Al PSG?, en ningún lugar vas a estar mejor que aquí", le dijo. El gallo cantó por tercera vez, negando al club de sus amores, en 2020: "Le pedí al presidente que me dejara marchar y me mintió". Hasta que llegó la cuarta, que ha sido la vencida.
¿Las lágrimas habrían sido las mismas en 2014, en 2016, en 2020? "Es verdad que otras veces me he querido ir pero esta vez no, esta vez me quería quedar". ¡Toma ya! Nadie cambia de opinión si no hay razones poderosas. Veamos. Messi domina el fútbol como nadie y Jorge Messi (su padre) es el cerebro del "holding" empresarial, tanto para defraudar a Hacienda como para sacarle la mayor rentabilidad posible al "pibe de oro" (nunca mejor dicho). En los 17 años vinculado al primer equipo ha firmado 14 contratos. Jorge Messi sabía lo que hacía, porque renovar cada año o cada dos como mucho suponía más dinero. El "holding Messi" tenía al Barça agarrado por los huevos. Ningún presidente quería cargar con el "sambenito" de prescindir del mejor jugador del mundo, había que retenerlo a cualquier precio.
Laporta, en el mes de julio cometió la mayor barbaridad que un presidente de un club de fútbol puede cometer. Firmar un contrato de cinco años con un futbolista que está en el ocaso de su carrera. Fue la mejor operación que el padre de Messi había hecho hasta entonces (esta vez sí había que hacerlo por un periodo tan largo, cinco años, porque el final de la "gallina de los huevos de oro" estaba cerca). En plena pandemia, con los estadios vacíos, las arcas tiritando, con una deuda de 1.250 millones de euros, acuerda con el genio de las finanzas Jorge Messi el mejor contrato de su vida: 5 años (hasta que su hijo esté a punto de entrar en los 40), 350 millones por las cinco temporadas (ya saben que con estas cifras yo me mareo, soy incapaz de bajar de la nube), lo que suponía una rebaja del 50 por ciento, "yo hice todo lo que pude" (Messi).
El negocio del siglo del "holding" Messi, S.A., se vino abajo porque a Laporta se le apareció "La Moreneta", ¿dónde vas, insensato, ya no tenemos al Molt Honorable Jordi Pujol?, seguramente le dijo. Messi se quedó de piedra y su padre llamó a París para retomar las negociaciones de antes de julio. Esta vez, el genio de las finanzas negociaba en desventaja, a contracorriente y se puso a merced del multimillonario árabe Nasser Al-Khelaïfi, quien es el que mejor ha jugado sus cartas en este vomitivo negocio. Un contrato de dos años (que es lo que le queda a la estrella para jugar al máximo nivel y ser rentable) por 36,5 millones anuales, total 73 millones, lejos de los 350 que iba a cobrar en el equipo de sus amores hasta el final de su carrera. Ahora ya sabemos las razones por las que Jorge Messi no estuvo en la rueda de prensa del llanto. Negociaba a la desesperada.
El ganador de 35 copas con el Barça quiere seguir ganando: "Soy un ganador y quiero seguir compitiendo". Quiere ganar la Champions que se le resiste al estrafalario de Qatar, que ha conseguido un equipo plagado de estrellas. Pero tener estrellas también es cargar con "egos" y no siempre es sinónimo de equipo. Pronto veremos los resultados. Messi no conoce otro modelo de juego que el de la Masía-Barça, lo que le llevó a jugar de "memoria". Para muestra, sus estrepitosos fracasos con la selección argentina.
Lo que más me jode de todo este insultante negocio es que apareció cuando disfrutábamos de la llegada de nuestros medallistas olímpicos. Millonarios en horas de esfuerzos, millonarios en entrega y sufrimiento. Conseguir una medalla olímpica es confraternizar con los dioses del Olimpo y ello no tiene precio. Sus lágrimas siempre son de alegría porque no hay dinero por medio.
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