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¿Realmente somos emociones detrás de caretas?

13 de Agosto del 2021 - Irene La Haba (Gijón)

Hay quiénes dicen que las redes sociales son el espejo del alma; sin embargo, últimamente ha ido ganando peso la consideración de estas como un espacio para mostrar lo bello que hay en nuestro interior, relegando lo amargo y desagradable a un plano oculto. Una práctica que, de alguna forma, también llevamos a cabo en la cotidianidad del día a día, de interacción en interacción. Algo que ya ocurría en la Antigua Grecia con las conocidas máscaras o caretas, cuya finalidad era la correcta proyección de la voz de los actores y la representación de diversos papeles por un mismo personaje; por lo que su máscara era su imagen, su grito en el tiempo. Estas caretas representaban emociones muy básicas, que de hecho son las que se corresponden con las que actualmente se asocian con las esenciales, aunque estas no son las únicas que somos capaces de experimentar: alegría, tristeza, miedo, ira, asco y sorpresa. Todas ellas, necesarias para alcanzar un correcto desarrollo integral de la persona.

Por desgracia, la sociedad nos ha empujado a apartar las que son calificadas de "negativas", porque lo triste asusta, genera rechazo y aversión.

Sé que la psicología positiva ha ganado en adeptos, pero no estoy refiriéndome a la científica, basada en la consideración tanto de las dificultades como de las fortalezas que yacen en el interior de cada uno de nosotros. Sino en la nueva filosofía vital que nos anima a sustituir una cara triste por una sonrisa, o un llanto quebrado y lleno de dolor por un pensamiento positivo. No digo que haya que rendirse ante los escollos, pero sí otorgarnos el derecho a estar mal y no culparnos por ello.

Admiramos a figuras como la de Steven Hawking, que logró derribar murallas tanto personales como profesionales, y aplaudimos con entusiasmo su discurso: "Por muy dura que nos parezca la vida, mientras haya vida, hay esperanza". No obstante, cabe señalar, que Steven necesitó sufrir su propio duelo: primero aislarse y revelarse contra el demoledor diagnóstico médico (ELA: escleroris lateral amiotrófica) con una esperanza de vida de dos años, y posteriormente, con el apoyo de sus seres queridos, fue reconduciendo su vida. Pero necesitó una mano amiga que le levantase cuando todo se tornaba gris.

Supongo que ese es el problema, que casi todas las pruebas a las que tenemos que enfrentarnos en la vida las concebimos como una batalla, algo que únicamente depende de nuestro esfuerzo y capacidad de superación. Sin embargo, y sin ánimo de ofender a nadie, debemos aceptar que no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor. Por lo que debemos apoyarnos los unos a los otros, mostrar nuestra vulnerabilidad al mundo y enfrentarnos a un rostro afligido con ganas de vivir pese a los obstáculos. Porque la vida nos deparará momentos amargos, pero también vivencias colmadas de felicidad y amor.

Hace poco un amigo me dijo que "cuando creemos que somos fuertes nos olvidamos de que somos humanos" (Alcayde, 2021), de que la resiliencia a veces no es suficiente para curar un cáncer o para que una persona con bipolaridad no tenga cambios de humor abruptos. Porque cuando nos empeñamos en ocultar los sentimientos y emociones nocivas que brotan de nuestro interior, estos, lejos de disiparse, se enquistan y regresan cada vez más fuertes y poderosos. Porque no concedernos la oportunidad de estar mal es negar la influencia que el contexto y las características personales (idiosincrasias) de cada individuo tienen sobre nosotros. Y por supuesto que podremos levantarnos, pero para ello debemos asumir las complejidades que nos rodean y, si es necesario, acudir a un profesional de la psicología que nos guíe y encauce.

Pues la felicidad no siempre consiste en que todo lo que te rodea sea perfecto, sino en vivir acorde a los acontecimientos. Os animo a reflexionar sobre la enseñanza que los griegos, siglos atrás, dejaron como parte de su legado: la tragicomedia. Así que atrevámonos a experimentar todas y cada una de nuestras emociones.

Lo que trato de expresar es que hay ocasiones en las vivimos, y otras, en las que simplemente sobrevivimos.

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