Marchó Messi, y qué
Marchó Messí, sí, ¿y a mi qué? Es incomprensible tanto papanatismo, tanto lamento, tanta lágrima, por algo tan banal. Razón tenía el argentino Discépolo, autor del tango cambalache cuando en la primera estrofa de su canción decía: "Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé".
Llevamos décadas viendo cómo nuestros jóvenes tras dejarse las pestañas durante años sobre los libros en consecución de una formación para buscarse la vida, al final tienen que hacerse las maletas y marcharse a buscarse la vida a otros países en trabajos u ocupaciones muy por debajo de la formación que aquí adquirieron con el esfuerzo económico de sus familias y también de nuestro país, que con el dinero de todos, los formó, para que acaben beneficiándose de ello otros países sin haberles costado ni un céntimo. Eso sí que, en mi opinión, es cosa de lamentar y parece que a nadie le importa; pero que se vaya un señor al que primero aquí forraron con millones y que además supongo que los invirtió fuera de nuestras fronteras, como suelen hacer tantos otros, ¿de qué hay que lamentarse? ¿Qué nos está pasando? Que me perdonen quienes se han dejado contaminar por el virus del fútbol profesional, pero yo no veo en eso más que un negocio en manos de avispados que lo manejan superbién en beneficio propio y a costa de la adicción de quienes desde muy niños les inyectaron el virus de tan jugoso negocio disfrazado de deporte.
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