La campechanía de Juan Carlos I
Para no verse involucrado en los "manejos" de su padre, y para desvincularse de los asuntos que se están investigando, Felipe VI se ha visto obligado a renunciar a sus derechos como heredero del patrimonio de su progenitor.
La conducta y las irregularidades fiscales le están pasando la correspondiente factura a Juan Carlos I, hasta el punto de que ha tenido que "exiliarse" en los Emiratos, y a saber en qué podrá acabar todo este asunto.
Sin embargo, nadie habla de la otra "herencia", de la herencia intangible del rey emérito, de su cercanía, de su simpatía y de su buen humor. De lo que muchos han llamado "la otra herencia", de su "campechanía", de un rasgo de su carácter del que siempre ha hecho gala y que ha sido, probablemente, su mayor virtud.
Felipe VI ha tenido que renunciar a la herencia "material" de su padre por las razones expuestas, lo que le dignifica, pero se le ve muy formal, demasiado serio, como encorsetado. Está haciendo un buen papel, pero le falta "gancho".
¡No se puede ser perfecto!
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