Afganistán, EE UU y feminismo
Nos sorprendemos por que ocurra lo que veníamos exigiendo desde hace años, la no implicación de EE UU en los conflictos del resto del mundo. Siempre era acusado de buscar tajada allí donde sus fuerzas invadían. Ahora caemos del guindo, no siempre los problemas se solucionan con buenismos y buenas intenciones.
Ese horror de Afganistán debe hacer pensar y salir del ensimismamiento al feminismo del primer mundo. Al igual que lo anterior, los derechos, libertades y reivindicaciones tienen un límite, nos lo hacen ver sistemas donde de verdad, sin bromas, se vulneran todos y cada uno de ellos.
El mundo está repleto y completo de individuos (mujeres, hombres y niños), todos con diferentes ideologías, religiones, modos de vida... lo nuestro a veces no les vale a otros, queremos influir en sistemas y modos de vida alejados de patrones que nosotros interpretamos como aceptables para ser felices, sin darnos cuenta que quizás otros lo sean sin necesitar lo que nosotros tenemos o anhelamos.
Solemos pedir mucho, dar poco y desear más. En el primer mundo nos convertimos en depredadores de nosotros mismos, no nos comemos de puro milagro.
Hombres y mujeres debemos saber interpretar nuestro lugar en la sociedad, adaptarlo a nuestra capacidad. Intentar superarse y desear alcanzar retos es loable y plausible, lo que no lo es es querer llegar a hombros de otros y luego presumir de hacerlo solos. La igualdad es solo cuestión de competitividad, el resto es entelequia. La igualdad exigible es en derechos, libertades y oportunidades.
Siempre existirán individuos e individuas que pretendan joder la vida de los demás de una manera u otra, por eso el llorar no sirve de nada, debemos tratar de ayudarnos los unos a las otras y no culparnos por lo que una minoría haga. A estos hay que aislarlos, hay que desenmascararlos y no temerlos.
Lo que vemos cada día nos dice que en este mundo millones de personas sufren por distintas causas: desempleo, precariedad, hambre, violencia, guerras, persecución... injusticias; que, nos guste o no, todos somos cómplices de ellas. Aunque la mayoría de personas sean buenas por naturaleza, su silencio, su apatía y sus miedos son indiferencia y pasividad, dando tiempo y lugar a los malos a cometer sus tropelías. Por eso, con buenismos, moralinas y buenas intenciones no siempre se arreglan las cosas.
Dejemos de ser contemplativos, dejemos de pedir solo para nosotros e impliquémonos en mejorar la vida de todos. Pero, recuerden, con el buenismo y las buenas intenciones los problemas no se resuelven, siempre quien manda, legisla y gestiona debe marcar pautas y normas, para inmediatamente después exigir su complimiento. Obligar y mantener la autoridad siempre dentro de los límites de la ley, el resto es lo que vemos, se les sublevan hasta los estúpidos y estúpidas.
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