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Avances y retrocesos

23 de Agosto del 2021 - Ricardo Luis Arias (Aller)

En lo que a la ciencia se refiere, no cabe duda de que el mundo ha pegado un avance tremendo, descomunal. En Medicina, por ejemplo, te cambian hoy de corazón, hígado, riñones y otros menudos como de camisa. Nada, que al paso que vamos, va a resultar que podemos llegar a ser inmortales, dicho sea en tono un tanto zumbón. Y en el campo cibernético (el ordenador y demás artilugios), ya no es de asombro sino de perplejidad, de quedar uno patitieso. Pero este avance cibernético es un arma de dos filos, un sistema que te da a conocer, en pasado y presente, el mundo y todo lo que ocurre en él, ya sea historia, hechos, cosas, y hasta llegar a conocer y poder relacionarte con un hindú o un francés, o un chino con uno de Avilés.

El otro filo del arma es que esa cibernética te puede dejar ante el mundo en pelota picada, al rojo vivo: el que todo quisque sepa tanto de ti como tu mismo. Pero lo más grave y peligroso es que los niños pueden ver por el ordenador o el “comecocos” programas y cosas que son una verdadera indecencia, una inmoralidad, así como otras basuras cibernéticas que ni los adultos debieran ver. A esto hemos de añadir que la delincuencia tiene un gran campo de acción en este artilugio, con impunidad para insultar, amenazar y también extorsionar a quienes les parezca o les caiga mal. Nada, que frente a lo positivo que tiene la cibernética, lo negativo es mucho más y más perjudicial y dañino.

Uno, aunque se me tilde de anticuado o majara, ha rechazado el ordenador y también el teléfono móvil, porque no me va eso de ir noche y día con ese chisme pegado a la oreya, en la calle, en el chigre, en el bar, la cafetería, el supermercado, el autobús, en el tren, en la cama, y hasta tirando el calzón.

Sí, avances y retrocesos, estos muy importantes, como la convivencia, el buen entendimiento entre las gentes, la familia (hoy, en crisis, en cuyo seno familiar fallecían ayer el padre o el abuelo, y no como hoy, en una residencia, que entonces no había) y la pérdida de valores éticos y morales, carentes ahora en una sociedad deshumanizada y materialista. Que hace que los hijos, muchos de ellos, cuando no pueden esperar ya nada de sus padres, a no ser un cariño no compartido, larguen a sus padres a una residencia a terminar allí sus días en una triste y dolorosa soledad con otras tristes y dolorosas soledades, por bien que sean atendidos en esos centros, en los que posiblemente terminen mañana esos hijos, porque en nuestra sociedad todo sucede en cadena y de una forma desnaturalizada, como ella. Así nos van las cosas a todos, sobre todo social y políticamente.

Hoy, que tenemos que reconocer que hay más cultura, estudios, enseñanza, más libros y medios para expandir esa cultura y ponerla al alcance de todos, ¿por qué no volvemos a recuperar aquellos valores perdidos u olvidados, como la convivencia y solidaridad, la educación y el respeto humano, y sobre todo de la familia? De aquella familia ejemplar, unida siempre frente a los fuertes vendavales de la vida, una familia que es base y soporte de toda estructura social, económica y política. En definitiva, del Estado y la nación.

No tratamos de decir aquí que todo tiempo pasado fue mejor. No. Lo que pretendemos es que reflexionemos y, aparcando absurdas diferencias sociales o ideológicas, hagamos causa común para que entre todos, solidariamente, consigamos que el tiempo mejor sea este que nos ha tocado vivir. ¿Por qué no lo intentamos, amigos, cada uno en su medio o parcela? Y que los carpetovetónicos seamos en la UE un ejemplo y sus mejores socios, frente a aquellos que la están puteando con un populismo y extremismo sin razón y sin verdad. Me apena y entristece que haya conciudadanos que no quieren estar en la UE ni tampoco en la unidad de España.

Pues que se vayan de ella y que nos dejen en paz.

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