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Un moro blasfemo, una alcaldesa imprudente, dos nigerianos de 500 kilos y el toro "Feminista"

24 de Agosto del 2021 - Fernando José Fernández-Guerra Fernández

La otra noche, en la gijonesa cafetería Enol, un camarero de innegable procedencia y aspecto magrebí atendía las consumiciones propalando en voz alta varios “mecagondiós”. Le pregunté si se sentiría molesto en caso de que el público contestara cagándose en Alá o en su profeta (el de Alá). Blasfemar es de necios, añadí citando el refrán “Quien al cielo escupe en la cara le cae” y afeando su actitud francamente imprudente.

Cuando yo era un joven estudiante me llamaba la atención que en los libros de Historia calificasen a los reyes buenos de prudentes. Eso era –pensaba yo- lo que mi madre le rogaba a mi padre sentado al volante: que fuera prudente. Es decir que respetara las señales de tráfico y el código de circulación porque, al fin y al cabo, todo ello (y el resto de leyes, normas y reglamentos) deberían obedecer al sentido común, el menos común de los sentidos. La sensatez que se nos supone por ser animales racionales debe complementarse con leyes (normas sociales de convivencia) cuyo incumplimiento es castigado por los tribunales de justicia.

Si en el ciudadano de a pie la prudencia es virtud esencial, en el gobernante es totalmente obligatoria. El gobernante prudente es sosegado, reflexivo, moderado, informado, tolerante, culto… Dotado de extraordinaria templanza, no puede decir una cosa y al día siguiente la contraria. No puede actuar por capricho o movido por consignas partidistas pues gobierna para todos, no solo para los suyos. Debe escuchar a los expertos y asesores (que para eso cobran del erario público) y cuando de prohibir algo se trata debe atender a su legalidad, oportunidad e idoneidad temporal, escuchando la sincera opinión de todas las partes y no solo a sus palmeros.

Sobre la polémica decisión que acaba con los festejos taurinos en El Bibio

Si en el ciudadano de a pie la prudencia es virtud esencial, en el gobernante es totalmente obligatoria; no puede actuar por capricho o movido por consignas partidistas pues gobierna para todos, no solo para los suyos

Quien se pica ajos come, rezaba otro refrán ya en desuso. ¿Cómo pensar que un torero odia a los nigerianos por matar un toro con ese nombre? ¿Cómo se sentirían los gremios de carpinteros, aviadores, violinistas, murcianos, españoles… sabiendo que se han matado miles de toros con esos nombres? Comunista fue el toro de la alternativa de Manolete porque así se llamaba el que le tocó en el sorteo. En un ayuntamiento de Navarra el presidente abertxale indultó a Español. En El Bibio se mató un toro llamado Asturiano, en Buenavista un Marqués en presencia de Sergio Marqués, a la sazón presidente del Principado quien, como era prudente, se lo tomó con el humor esperado de todo ser inteligente. Mi cuñada tiene un perro llamado Pepín y no teme que se solivianten los pepes ni los josés.

En estos días en los que coincide la conmemoración del ilustrado Jovellanos con la toma de Kabul por los intransigentes talibanes -que derriban estatuas de budas milenarios e imponen el burka y la mordaza- no podemos permitirnos actitudes totalitarias de quienes nos gobiernan, no podemos callar y mirar para otro lado cuando nos pretenden imponer –ya desde las aulas- una nueva moral colectiva e inquisitorial.

Esta nueva Inquisición lleva tiempo censurando canciones, obras de teatro, películas y libros que narran ficciones. Deplorables muchas de ellas, pero ficciones al fin y al cabo. No podemos condenar por asesinato al pintor de un Cristo crucificado. Eso es mirar al dedo que apunta a la luna.

Al poco seso de la alcaldesa de Gijón tampoco le concedo la sibilina inteligencia del político que prohíbe algo para contentar a los suyos y vuelve grupas retractándose meses después para evitar verse delante del juez acusado de prevaricación. No. Para poder llegar a tramar eso la alcaldesa de Gijón debería ser lista, si no prudente. Y menos impulsiva, menos rígida, menos ortopédica (los inválidos me disculpen). Ana González tan solo es una imprudente; presa de sus consignas partidistas, esclava de una ideología mentalmente castradora y muy peligrosa, porque su poder inquisitorial con visos totalitarios se ha volcado contra otro colectivo españolista, del pueblo y preñado de valores positivos: el taurino.

El colectivo taurino quizá no sea el suyo de usted. Pero tenga usted cuidado porque no está a salvo. Cualquier día, cualquier noche, los totalitarios pueden llamar a su puerta y entonces, como dijo Pol Pot, el líder de los jemeres rojos, llegará un momento en el que ni nosotros mismos sabremos si seguimos siendo de los nuestros.

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