Amor desinteresado, las mejores vacaciones para todo el año
Durante unos días, las noticias terribles de este mundo cambiante, turbulento y peligroso, se intentarán aliviar con el sueño efímero de un tiempo de paz, de playa, de montaña... Me cuesta pensar en la definición del diccionario sobre vacación: “Periodo de tiempo en el que una persona interrumpe el trabajo o los estudios”. Yo trabajo pero no cobro, estudio pero no voy a la escuela, sin embargo... no tengo vacaciones, ¿o sí?
Bueno, lo que importa es abrir una ventana a la ilusión. Hemos visto la tragedia descarnada de Afganistán en la tele, pero combinada con los anuncios mil veces repetidos de la alegría que da el dinero, cuando lo tienes para comprar casas o cosas claro, que puede hacerte más feliz que ninguna otra cosa, o los perfumes rodeados de belleza femenina ligera de ropa, los maravillosos nuevos modelos de coches que en realidad deberían empezar a ser todos sustituidos por bicis o jamelgos. Después, con la resaca de la vuelta, volverá también el desmadrado presente. ¿Cómo retener el sueño?, ¿cómo conseguir algo de felicidad en el día a día? Hay que comprar tiempo para el sosiego.
Jesús, de quien se supone capaz del mejor consejo, enseñó así: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35). Naturalmente no hablaba desde un enfoque material, sino del darse a uno mismo por los demás, y eso, aunque es mucho más caro porque requiere tiempo y sacrificios, compensa al alma de quien tiene alma. No podemos sentirnos realmente felices sin la amistad, cariño, afecto y comprensión, es decir: amor, amor basado en principios. No sé si a vosotros, pero cuando alguien me da un abrazo percibo si lo provoca el amor, la gratitud, la misericordia o la compasión, sé si quien me lo da se siente feliz por ello.
Hace mucho tiempo, un día en que unos jóvenes de alguna ONG daban abrazos gratis en la calle Alfonso de Zaragoza, respondí con tanta verdad que la joven se emocionó. Quizá ya tenía los brazos cansados por el compromiso, pero no satisfechos por la clase de respuestas. Cuando no hay amor, no hay sustituto a la felicidad. ¿Habéis comprobado el hecho de que los bebés rara vez sonríen a las cosas, pero casi siempre sonríen a las personas?, es fascinante. Eso demuestra que la sociabilidad es instintiva en la humanidad. Dios nos creó con esa capacidad y, a pesar de la desilusión que uno haya experimentado en la vida, es posible reavivar ese amor, y con él la felicidad. ¿Hace un abracico?
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