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A veces, solo nos queda Dios

24 de Agosto del 2021 - Charo Vázquez (Oviedo)

A veces sólo nos queda Dios, tan claro como una mañana de sol en Asturias o la mirada de un bebé, vemos lo que hay, no suponemos nada, ni se inventa nada, porque es así. Por eso, esta vez lo voy a elegir a Él como tema de esta carta, principalmente porque está siempre con la luz en verde, esperando a que cambiemos y seamos fieles; no somos conscientes de ello, lo apartamos de nuestras vidas por si acaso nos demanda alguna cuestión que nosotros o, no tenemos claro o, nos resistimos a responder o, incluso, nos negamos en redondo a darle lo que nos pide.

En múltiples ocasiones nos preguntamos quién es Dios, un ser, alejado allá en su morada, que de vez en cuando nos toca la conciencia y mejoramos algo nuestra vida. ¿Es esto suficiente o, por el contrario, Él nos pide más? Estoy segura que desea que le demos mucho más, pero Él no obliga a nadie a darle lo que no queremos. ¿Tener a Dios de verdad en nuestras vidas nos regala esa felicidad que sale del corazón? No lo sé, porque a veces Dios se emociona más de la cuenta y por si acaso nos demanda algo que no queremos darle, pues uno se cierra en banda. Así de claro.

¡Qué fácil es hablar y qué duro es hacer! No sé cómo los santos tenían todo tan claro, dejan sus vidas, a veces muy prometedoras, se van a las misiones, no ven más a su familia, mantienen siempre la calma, no se inmutan, no culpan a Dios de sus fracasos, renuncian a una buena posición social y a las prebendas que ello conlleva.

Si hay algún santo que me deja sin palabras es este "hombre de Dios", Santo Job, que pierde todo aquello que más atesora y jamás se queja ni le reprocha nada a Dios. Me admira su gran paciencia, su oración continua, su conformidad con lo que la vida le va escamoteando poco a poco. Este personaje bíblico aúna el cristianismo, el judaísmo y el islam, estas tres religiones se consideran religiones abrahámicas.

Job es sinónimo de paciencia, conserva su calma y siempre se fía de Dios. ¡Mira que la vida da sorpresas! Él ni siquiera se inmuta, supongo que será toda la fe atesorada de la que goza en su interior y no se le pasa por la cabeza dudar de Él. Pensando en la situación actual con esta "pandemia" de coronavirus, seguro que Job no hubiera perdido los nervios y habría perseverado en la fe, conforme a la voluntad divina, pasara lo que pasara.

Otro santo que me resulta muy atractivo es San Roque, se celebra su día él 16 de agosto, patrón de mi pueblo en Galicia. Era hijo de una familia muy adinerada y dejó todas esas dádivas para dedicarse a los enfermos diezmados por la peste. Había hecho la promesa de desprenderse de todas sus posesiones porque tenía el deseo de ser pobre. Perdió a sus padres muy pronto, vendió todo lo que tenía y ese dinero lo entregó a los "desheredados del mundo"; siguió al pie de la letra a San Mateo, que dice en el evangelio: "Vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en el cielo y luego vente conmigo". San Roque se contagia de la peste y se retira para no infectar a nadie. Se cuenta que un perro, que aparecía cada día con un trozo de pan en el bosque donde se resguardó, le lamía las heridas hasta que se curaron -aunque en realidad debió de ser el dueño del perro, don Gottardo Pallastrelli.

Estos santos eran personas sencillas, justas, delicadas, temerosas de Dios y amantes de sus preceptos, lo único que deseaban en sus vidas era agradarle, y eso es bastante duro porque rezar es fácil, pero dar a Dios lo que nos solicita nos puede parecer muchas veces despiadado y cruel.

Esta carta se termina aquí, les deseo esa felicidad que aparece cuando Dios está en nuestras vidas, a pesar de que a veces puedan ser más duras o muy distintas de lo que las habíamos imaginado. También les deseo todo el AMOR, en letras enormes, que sus corazones puedan atesorar, es decir, millones de toneladas. Le pido a Dios que nunca perdamos la esperanza verdadera en un futuro mejor, que seguro lo será. También he de pedir a Dios que cuando toda esta situación tan diferente que llevamos sufriendo desde marzo del año pasado termine ya, y todo vuelva a la normalidad de siempre, no a esa que se nos quiere imponer de una manera tan poco ortodoxa, salgamos de ahí, llenos de la esperanza que da Dios y con unas ganas enormes de cambio en nuestro interior.

Mientras este momento llega, me despido de la misma manera y les deseo paz y bien, pórtense bien y pásenlo bien. ¡Hala, con Dios!

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