¿Redes sociales enfermas?
En una sociedad donde cada vez más las redes sociales se instalan como un pilar primordial de nuestras vidas, su mal uso se conforma como el caldo de cultivo donde las inseguridades se agravan.
Especialmente en el tramo etario propio de la juventud, la ostentación de la vida personal se ha convertido en una afición cada vez más practicada. El debate sobre si esta exteriorización deja en segundo plano la propia vivencia resultaría también interesante, postergando la jactancia muchas veces el disfrute más intrínseco.
Más allá de lo anterior, ya plasmada la propia existencia surgen las comparaciones en una contienda constante por ver quién muestra (no quien tiene) una realidad más afortunada. Algo extensible también a nuestra apariencia.
En este contexto, hace pocas semanas Noruega se suma a países que, como Francia, obligan a medios públicos e “influencers” a informar de la presencia de filtros en sus fotografías. Otros, como Reino Unido, ya optaron por prohibir de forma taxativa el empleo de los mismos, con o sin el aviso adjunto. ¿Medidas radicales o un ejemplo a seguir para nuestro país?
Sabedores de que las comparaciones existen, generando una frustración notable en cerebros que físicamente continúan formándose, libre es la opinión de cada uno al creer que esta medida es la adecuada o que quizá la solución pasaría por fortalecer la autoestima de este público juvenil. Creo, eso sí, que antes de emitir un veredicto resultaría interesante preguntar a especialistas sobre la cantidad de problemas psicológicos que esta realidad genera.
La humanidad no para de transformarse y es nuestro deber saber adaptarnos.
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