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Violencia vicaria: una chinita en el zapato de la sociedad negacionista

29 de Agosto del 2021 - Ana García Vijande (Oviedo)

“En el hotel te dejo lo que te mereces”. Este es el último mensaje para su exmujer (tras una serie de reproches y amenazas) del padre que acaba de asesinar a su hijo en Barcelona. El motivo, ya lo sabemos: causar el mayor daño posible a la madre a través de lo que se conoce como violencia vicaria. Tras los casos de José Bretón en 2011 y el más reciente del padre de las niñas de Tenerife Anna y Olivia, hay un antes y un después en la conciencia pública y el común de los mortales reconoce esta expresión que se refiere a la utilización por parte de los agresores machistas de sus hijos como instrumentos para seguir haciendo daño a la madre cuando ya no tienen contacto o acceso a ella.

Entonces, nuestra sociedad de posicionamiento ideológico profundamente negacionista ante la violencia de género se plantea si realmente las mujeres no estamos tan locas cuando señalamos que un maltratador nunca puede ser un buen padre y que en muchos casos no deberían tener derecho a visitar a sus hijos. O que tampoco estamos tan locas cuando pedimos que se deje de poner el foco en las víctimas para empezar a ponerlo en los agresores a los que la sociedad continúa blanqueando y liberando de responsabilidad puesto que su derecho al honor (¿qué honor?) está por encima del derecho a hacer públicas sus condenas para prevenir futuras acciones violentas por parte de estos energúmenos. Y es que las mujeres no nos dedicamos a meter el dedo en la llaga por molestar. Lo que sucede es que estamos hartas, señores. Estamos hartas de que nos maltraten, de que nos maten. De que maltraten o incluso maten a nuestros hijos. Y de que la sociedad continúe mirando hacia otro lado con excusas peregrinas de todo tipo como que los trapos sucios se lavan en casa, que el maltratador en cuestión era un buen vecino y siempre saludaba o, como he tenido que escuchar yo sin dar crédito a tan tremenda falta de empatía por parte de otra mujer, que “tú y yo sabemos que Fulanito jamás haría daño a una mosca”. Pues no, querida. Fulanito es un asesino en potencia. Y, claro, para esta sociedad negacionista del maltrato que es la nuestra estos casos injustificables de violencia vicaria, aberrantes exponentes del machismo que no quiere ver, resultan una molestísima chinita en el zapato que ya no es tan fácil de ignorar como a nosotras.

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