Caso, ejemplo de concejo
Es una tierra que enamora a primera vista. Una enciclopedia de la naturaleza que atesora en cada una de sus páginas un prodigio de belleza, y en cada uno de sus veintidós pueblos, una lección práctica de arquitectura rural.
Un paisaje líquido, pues el agua es una de sus identidades, de esa agua que sacia la sed a gran parte de Asturias. Sus ríos, sus torrentes, sus cascadas y lagos son imágenes que quedarán grabadas para siempre en tus retinas. Como sus bosques, inmensos, omnipresentes. Transfigurándose en cada estación para que cada pintor plasme el color que mejor convenga a sus sentidos. Caso es belleza y, a la vez, es quietud, tranquilidad de pasear por sus senderos y pistas y dejarte hechizar por la vista del Tiatordos, el milagro de Contorgán, esa belleza de puerto que la puntería y sagacidad de aquel hábil cazador de Caleao consiguió del rey Carlos IV en pago a sus servicios, o pasear la mirada por ese antiguo cuenco glaciar de Brañagallones, convertido en verde, que ahora pastan indolentes unos animales de capa “roxa” y cuernos de lira. La vaca casina es parte de ese paisaje, que no se entendería sin su presencia, ni tendríamos la oportunidad de probar la excelencia de su carne, ni saborear ese manjar excelso y antiquísimo del queso casín, antiguo casi como el mundo, y moneda con la que se pagaba a los poderosos monasterios leoneses y ovetenses que enviaban sus frailes por ese camino milenario que desde tierras leonesas penetraba por el puerto de Tarna, sirviendo en todo su recorrido al ir y venir de arrieros, ganados y hombres de armas, para acabar besándose con el Cantábrico en lo que llaman “la marina”.
No nos olvidamos de aquella legión de vecinos que en los portales de sus casas y en las cabañas de las majadas se afanaban en fabricar ese prodigio de calzado de madera que son las madreñas, inventos rurales únicos por su eficacia, que todavía perduran en casi todos los pueblos.
Caso fue un concejo en el que la vida nunca se lo puso fácil a sus moradores. Grandes distancias y pésimas comunicaciones, que ahora se están intentando paliar con el arreglo de alguna carretera, propiciaron la enorme sangría demográfica que vació nuestros pueblos de los brazos que mantenían encendida la pelea por la supervivencia.
Pero los casinos nunca se olvidaron de sus orígenes, y desde las lejanas tierras de ultramar enviaron los medios necesarios para que en sus pueblos se arreglaran las escuelas, o las mujeres tuviesen un lavadero a resguardo de temporales o estíos calurosos, aparte de edificar esas mansiones de las que ahora presumimos orgullosos.
Caso se merece ese reconocimiento a su ejemplaridad.
No está tan lejano el tiempo donde un gigantesco argayu nos dejo aislados del resto de Asturias durante largo tiempo, y hubo que recurrir a los antiguos caminos romanos, que por el monte salvaban la gigantesca montaña que se vino abajo. Son duras esas gentes. Lo llevan en su naturaleza.
Ahora más que nunca peleamos por ese reconocimiento de obligado merecido, aunque haya otros pueblos y asociaciones culturales con grandes méritos, y dignas de ese galardón.
Pero esta vez permitid que abogue por esta tierra casina, porque son muchos años de penurias y calamidades, justo es que nos lo compensen con la distinción de “Pueblo ejemplar” a la Comunidad Vecinal de Caso.
Como decimos los de aquí: ¡haz Casu, y ven!
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