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Comunista, Feminista y Nigeriano

5 de Septiembre del 2021 - Ángel Arasanz Ascaso (Gijón)

En Sevilla el día 2 de julio de 1939 se pretendía lidiar un toro con el nombre inicial de "Comunista", pero el presidente de la corrida impidió que se anunciara a pesar de la insistencia de su ganadero.

El usía, comisario de policía, justificó su decisión diciendo: ¿En este año de la Victoria, voy a permitir que aparezca en la Maestranza una tablilla con un "Comunista"? El ganadero le contestó: "No se preocupe que a usted no le pasará nada, al fin al cabo es para matarlo". Al "Comunista" se le bautizó como "Mirador" y así saltó al albero de la plaza.

Este precedente contradice el argumento esgrimido por los ganaderos de la plaza de Gijón para no cambiar los nombres afrentosos de "Feminista" y "Nigeriano" puesto que así eran sus árboles genealógicos. Los nombres de los toros, alegaban, no deben cambiarse por tradición.

De no ser por esos nombres la corrida hubiera pasado totalmente desapercibida para todo el mundo, incluida la Alcaldesa, excepto para los que asistían al evento.

En este caso, los enemigos de la fiesta han sido el ganadero y el presidente de la plaza al no ver que tal provocación iba a desatar un vendaval antitaurino en la máxima regidora y lograr la no renovación de los contratos de concesión de la plaza o lo que es lo mismo evitar futuras corridas de toros en Gijón.

Una vez más se cumple lo que decía Pío Cabanillas, ministro de la UCD, "al suelo que vienen los nuestros".

A nuestra regidora local le recomendaría que tratara este asunto con menos sencillez y telefoneara a su compañera Carmen Calvo, que en 2017 en el homenaje a Ignacio Sánchez Mejías dijo que la "tauromaquia era un arte transgresor y vanguardista e instó a los toreros a que expliquen mejor su profesión" (sic).

La oposición ya ha prometido que cuando gobierne volverán los toros. Nos iría mejor a todos con menos política, menos dogmas y más debate en profundidad. No basta con agitar banderas y colocar en listas electorales a toreros, se trata de dirimir entre la libertad de los que pagan por ver un espectáculo tradicional y con arraigo o los que piensan que no es más que una exhibición excéntrica de maltrato animal.

Siempre he pensado que no es necesario entrar en polémicas antitaurinas. Los aficionados cada vez dan más la espalda a este espectáculo. No creo que haya que buscar razones identitarias, ni ideológicas, ni androfóbicas, ni territoriales para situarse a favor o en contra porque si el mundo de los toros no es capaz de reinventarse desaparecerá pronto.

Según los entendidos, la muerte del toro en la plaza es inevitable puesto que se trata de un "combate estético" y es necesaria la humillación del animal para lograr los mejores pases. Por tanto, resulta imposible producir un espectáculo de masas 2.0 que no acabe con el sacrificio lento y sangriento del toro.

Un espectáculo difícil de vender en una sociedad hedonista como la nuestra.

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