El Show de Truman
“Quiero dar las gracias a cada uno de los trabajadores y clientes de Amazon porque vosotros habéis pagado esto”, espetó Jezz Bezos nada más pisar el suelo después de darse un garbeo espacial con su cohete fálico no tripulado. Parafraseando a Javier Krahe, convenimos en que “la erección no estuvo mal, satisfizo al personal”.
Como todos los genios tendrá sus “cadaunadas”, pero la inteligencia y visión empresarial de este hombre es de otra galaxia, teniendo en cuenta esto último adquieren lógica sus viajes extraterrestres. Los medios americanos, tan proclives a reducirlo todo para que sea como un juego para niños y fácilmente masticable, aseguran que gana 3.182 dólares por segundo.
Todo en este hombre y en sus empresas es colosal. Faltan adjetivos, ideas y papel para aproximarse a una descripción veraz.
Las cifras marean. Más de 200 millones de suscriptores a su sistema Prime con enormes stocks y envíos escandalosamente súbitos. Plataformas de vídeos, documentales, series, música ,etcétera, en muchos casos producida por compañías del grupo que logran que el sistema Bezos se retroalimente permanentemente. El magnate llegó a manifestar que “cuántos más premios ‘Globo’ conseguimos más zapatos vendemos”.
No debo olvidarme del gran negocio que supone la gestión de datos de otras grandes compañías públicas y privadas (Amazon Web Services).
Todo este puzle cósmico no sería posible sin valorar los avances realizados durante años en la gestión de grandes datos y la consecuente inteligencia artificial. Basta entrar en la web para comprobar cómo el sistema interactúa con el usuario.
Hace unos años la compañía dio un paso más al situar un altavoz inteligente en nuestra vida llamado Alexa. El asunto es que el usuario dispone de un Siri telefónico con más funciones incluidas las compras en la propia plataforma.
Hasta aquí todo de color de rosa y una gran sonrisa de satisfacción como el logotipo de esta gran multinacional.
En 2018 un cliente de Alemania solicitó información sobre sus actividades personales y recibió un archivo informático con 1.700 grabaciones de Alexa de otro usuario que no conocía. La compañía admitió el error, pero tal y como actúa habitualmente, facilitó muy poca información interna. Quedó en porreta el gran hermano del “Big Data”, pero demostró lo vulnerables que podemos ser todos y cada uno de nosotros en manos desaprensivas e interesadas.
Conviene estar alerta y no resignarse a ser un simple actor del “Show de Truman” porque, tal y como decía el protagonista, “aceptamos la realidad del mundo que nos presentan” y aunque solo seamos artículos codificados todavía nos queda el derecho a cuestionarla.
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