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Lecturas estivales

6 de Septiembre del 2021 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

La pregunta del millón: ¿de qué depende el que una obra literaria sea una gran obra y además leída y alabada por los lectores? De la o las respuestas que se den a la pregunta del millón surgirán otras preguntas y otros interrogantes a despejar. Es obvio que, en este vano ejercicio de verano, en el que me hago esta pregunta, dejo de lado a los grandes, a los consagrados, a los que la historia les ha reservado su espacio y su lugar. No son discutibles Tolstói, Dostoievski, Shakespeare, Víctor Hugo, Neruda, Dickens, Joyce, Cervantes, Kafka, García Márquez, Valle-Inclán, Lorca... y todos los que queramos añadir, pero a partir de que lleguemos a cerrar la lista, todos los demás pertenecen a ese limbo en el que la suerte, los “padrinazgos”, los intereses editoriales, los lanzamientos “acordados”... determinan qué libros debemos leer.

Por supuesto, también dejo fuera de este comentario a los “best seller” que juegan en otra “liga” y con otros parámetros. Personalmente huyo de los “best seller”. La pregunta del millón refiere a escritores “mortales”, no a los que comparten espacio con los dioses del Olimpo literario. Se refiere a aquellos escritores que hoy, al entrar en una librería, su sola presencia (me refiero a sus libros) nos abruma, nos acosa y nos deja pequeños.

Este verano he leído varios y, en algún momento dos a la vez, lo que te permite comparaciones literarias inevitables y, de paso, continuar con la pregunta del millón. Uno de ellos es el magnífico libro de cuentos del escritor Félix Población, “La risa de vivir y otros cuentos sin cuento”. Constituyó para mí un auténtico descubrimiento literario. Nos habla de un mundo y unos oficios muertos, pero consigue, a través de un lenguaje envolvente, riquísimo en expresiones perdidas, que el relato consiga su perdurabilidad. Un placer leerlo.

Su lectura coincidió, por azar, con la lectura de “Independencia” de Javier Cercas. Autor consagrado que no necesita presentación. No me atrapó, como sí lo hizo Félix Población. No disfruté, como sí lo hice con los “Cuentos sin cuentos”. De entrada, el título “Independencia” es tramposo, es engañoso y, por tanto, te defrauda y te sientes engañado. Crees que va a abordar el rico y complejo mundo del “procés” catalán, como así lo ha hecho en sus diversos artículos dedicados al tema. Pero nada más lejos de la realidad. En dos páginas escasas pone en boca de uno de los protagonistas un comentario sobre el conflicto catalán, todo lo demás es una novela negra más de las que pululan en el panorama literario. Sin pena ni gloria. Sin embargo, su libro ha acaparado tertulias, comentarios, loas, escaparates de librerías y, supongo, un éxito de ventas.

El libro del salmantino-asturiano Félix Población ha tenido que recurrir a la autoedición (Círculo Rojo) y, que yo sepa, nadie le ha brindado el espacio necesario para la difusión de su libro a pesar de tener otras obras publicadas.

Lo mismo tendría que decir del escritor zaragozano Chesús Yuste, quien nos ha regalado una historia tan mágica como riquísima del peculiar mundo irlandés, sin olvidar los resquicios de su trágica historia de violencia, “La memoria de la turba”. Sorprende la capacidad de este escritor para meterse en la piel y en el alma irlandesa. Nadie diría que es una novela de un escritor español. Sin embargo, su publicación se ha hecho gracias a la ayuda del Gobierno aragonés y en una editorial de provincias, Xórdica.

No me olvido del disfrute que para mí ha sido releer a los 25 años a Tabucci, con su imprescindible “Sostiene Pereira”, o “No digas nada”, de otro vasco interesante (ed. Erein) o, una vez más, el incombustible Paco Ignacio Taibo II, con su corta novela “Sabemos cómo vamos a morir”, localizada en el gueto de Varsovia, o “El lunes nos querrán”, de Najat El Hachmi, un relato sobre el arduo camino hacia liberación de la mujer del asfixiante machismo. Y, por supuesto, del deleite infinito que supone leer despacio y a trozos el inmenso ensayo de Irene Vallejo “El infinito en un junco”. Finalmente, no me olvido de mi compatriota y amigo, Johnny Jara Jaramillo, y sus deliciosos cuentos en New York.

Me ha impactado y sorprendido “El Refugio de los canallas”, del escritor vasco Juan Bas de otra editorial desconocida, Alrevés, sobre el conflicto vasco. Novela que indaga no solo en el sinsentido y la estupidez de la lacra de ETA, sino también en la bajeza moral y las cloacas de los GAL, “tan canallas como los etarras”. Ingredientes que el escritor, hoy, elevado a los altares del Olimpo Fernando Aramburu, gracias a su novela “Patria”, no supo reflejar en su novela, a la que le faltó precisamente eso, lo esencial de una novela, literatura. Y, sin embargo, los responsables de la pregunta del millón, se encargaron de elevarle a los altares: “Lo hicieron los ‘Episodios Nacionales’ de Galdós, justo cuando hacía falta recordar, lo hizo ‘Guerra y paz’, de Tolstói, cuando corría riesgo de olvido el origen de la Rusia moderna, lo mismo ha hecho Fernando Aramburu con su novela” (José Carlos Mainer, crítico literario de “El País”). Olvida el crítico literario que en Tolstói y Galdós hay la literatura con mayúsculas, lo que los ha colocado en el Olimpo de los dioses, en la novela de Aramburu, no. Sin embargo, ya puede el autor de “Patria” sentirse en la gloria, sentado a la diestra de Galdós y Tolstói.

Si la pregunta del millón no es fácil contestar, sin embargo, a nadie lo podrá extrañar que “Los vencejos”, a punto de empezar el otoño sobrevuelen nuestras cabezas. Hace un par de días, entré en una librería y “Los vencejos” lo copaba todo. Había que abrirse paso entre vencejo y vencejo a punto de picarte. Una novela que llevaba días buscando, intentaba “respirar” y abrirse paso entre tanto vencejo. No lo dudé y me hice con ella, “El librero de Kabul”, de la escritora noruega Asne Seierstad, y dejé que los vencejos continuaran agobiando, con su presencia, al personal.

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