Tristeza, adiós tristeza
Ocho y media de la mañana. Dejo a la abuela con los tres nietos pequeños, aún no hay cole y los padres trabajan. Vuelvo solo en el coche, llevo unos días más triste de la cuenta, yo también dependo de la abuela, yo también puedo llorar sin ella. Tengo que parar en la papelería de Belén, la sonrisica y el cariño están asegurados. Belén coincidió en el instituto con dos de mis hijos, de eso hace un cuarto de siglo; no la quiero como a una hija por respeto a sus padres, pero sí como a una sobrina especial. Hoy me está esperando con el periódico en la mano, y me dice: “Mira en la pagina trece, hoy no sales tú, salimos mis padres y yo”.
Leo el reportaje, cuarenta años del mejor servicio humano, ese que se da sin que te cueste nada, ese que recibes con cariño y simpatía, especialmente... cuando estás triste. ¿A quién le doy las gracias?, ¿al Carnaval brasileiro?, no, sino a Aquel que nos ha hecho a su imagen y semejanza, capaces de servirnos unos a otros, capaces de transmitirnos bondad, eso que puede hacernos más felices que ninguna otra cosa, pero que está escaseando en esta generación, la generación más deshumanizada de la historia, solo hay que leer el periódico.
Mi libro de cabecera lo relaciona con un punto final, el final del sistema implantado por el hombre: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de soportar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, fanfarrones, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder; y de estos apártate” (2 Timoteo 3:1-5).
Y ¿qué será lo siguiente?, ¿el fin del mundo, como solíamos oír hace seis o siete décadas, o el fin de la Tierra por el calentamiento global? No según la Biblia, más bien el fin de un mundo, y la permanencia de la Tierra no para lo que ha servido hasta ahora, sino para lo que estaba destinada: “El mundo se está yendo, y sus deseos también, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17). “Porque esto es lo que dice Jehová, el Creador de los cielos, el Dios verdadero, el que formó la tierra, el que la hizo y la estableció firmemente, que no la creó sencillamente para nada, sino que la formó para que fuera habitada: ‘Yo soy Jehová y no hay otro’” (Isaías 45:18). Jesús enseñó a pedirle a Dios esto: “Padre... venga tu reino y hágase tu voluntad” (Mateo 6:9,10). Su gobierno rescatará de la extinción y de la tristeza al que se decida por la justicia de su gobierno, y por el amor de Dios (Apocalipsis. 21:3,4).
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