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Terrorismo nuclear

10 de Septiembre del 2021 - J.J.J. Suárez González (GIJON)

Vivimos sentados encima de un polvorín, de un polvorín nuclear. Yo no conozco ninguna especie animal, salvo el Homo sapiens, capaz de autodestruirse por completo. Otras especies, incluso parientes nuestros, como los neandertales, desaparecieron, pero por factores exógenos, donde nosotros a veces hemos tenido también mucho que ver. Individuos, partidos políticos, Estados y organizaciones de todo tipo están muy preocupados/das por muchas cosas, pero no parecen estarlo demasiado por la amenaza mayor, la amenaza que puede acabar no solo con nuestra especie, con toda la Biosfera, la amenaza atómica, que, al contrario que otras, no admite discusión ni disenso. Los arsenales nucleares de las grandes y algunas medianas potencias son suficientes para arrasar por completo la Tierra varias decenas de veces, provocando un apocalipsis de gigantescas explosiones, terribles incendios, radiación, contaminación de isótopos e invierno nuclear que ríase usted del meteorito que hace casi 66 millones de años asoló nuestro planeta. La locura llega hasta el punto que, en el caso de que un ataque nuclear por sorpresa destruyera los estados mayores, el gobierno y todas las estructuras de mando del atacado, las máquinas robotizadas seguirían disparando misiles y dando órdenes a las tríadas nucleares para asegurar la destrucción del adversario. La garantía de la destrucción mutua asegurada, la disuasión del miedo, ha funcionado hasta ahora, aunque esa garantía no incluye errores de interpretación y fallos fatales, pero hace tiempo que en la ecuación han entrado nuevos factores que han puesto en cuestión la posibilidad de que alguien esté tan loco como para desatar un holocausto nuclear: el primero de esos nuevos factores fue el desarrollo y despliegue por parte de los EE UU y sus aliados del conocido como "escudo antimisiles", una de las fases esenciales de la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) que aprobó el presidente Reagan (conocida popularmente como "Guerra de las Galaxias"), que contempla también el despliegue en órbita terrestre de cañones láser y electromagnéticos de inducción nuclear, que no solo sirven como interceptores de misiles, como los que tienen base en tierra, en buques o en aviones, como los cazas F-15, también pueden poner en cuestión la soberanía de cualquier país en pocos minutos. Es evidente que pensar que puedes lanzar un ataque nuclear sin miedo a la respuesta puede llevar a algún desequilibrado, o a una camarilla de locos, a una aventura con resultados catastróficos, sobre todo si el enemigo ha desarrollado y desplegado armas nucleares capaces de burlar cualquier defensa antimisiles. Pero, sin duda, el mayor peligro (el otro nuevo factor) para que la terrible posibilidad de que se pudieran volver a utilizar armas nucleares contra la gente, después de las bombas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki por EE UU, es que grupos terroristas o Estados gobernados por fundamentalistas fanáticos se pudieran hacer con este tipo de armas. Hacer una bomba atómica es bastante sencillo, pero algo muy diferente es disponer del material para construirla. Las grandes potencias se han ocupado (que no es lo mismo que preocupado) de que nadie, salvo ellas, tuviera acceso al uranio y al plutonio suficientemente enriquecidos como para hacer bombas atómicas, pero no siempre lo han conseguido, y a veces ellas mismas han hecho todo lo posible para que algunos Estados las tengan, me refiero a los casos concretos de Israel y Pakistán. Pero también se han hecho con armas nucleares, además de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a veto y de esos dos países citados, India y Corea del Norte. Cuando se desintegró la Unión Soviética había una gran preocupación, en Rusia y en Occidente, de que parte del arsenal atómico de la URSS fuera a parar a los nuevos países. En particular había mucha preocupación de que algunas de esas armas se perdieran en los nuevos Estados islámicos centroasiáticos, que habían sido repúblicas federadas de la URSS, y acabaran en grupos terroristas yihadistas. Una de las condiciones que Rusia impuso entonces para no poner trabas a la independencia fue que esos nuevos países no se convirtieran en sus enemigos estratégicos (va entendiendo usted lo que ha pasado en Ucrania, por ejemplo) y que Rusia pasara a controlar todo el arsenal nuclear de la URSS. Sin embargo, lo que ha sucedido en Afganistán debe hacer saltar de nuevo todas las alarmas. El movimiento talibán podría, por efecto dominó, contaminar a países ya muy fundamentalistas, como Pakistán, y el arsenal atómico pakistaní, al completo o aunque fuera en una pequeña parte, quedar bajo control de gentes a las que no les importaría borrar del mapa una ciudad y jugar al chantaje con el mundo, con el gran inconveniente de no saber dónde está ese enemigo para neutralizarlo.

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