Palabras de nuestro Arzobispo
Quisiera hacer llegar al Excelentísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de Oviedo algunas consideraciones tras sus palabras en el Día de Asturias, en un discurso que en modo alguno, y a pesar de las apariencias, pudo resultar improvisado.
Equiparar la eutanasia o el aborto (dificilísimas decisiones humanas por las que nadie desearía tener que pasar en vida) con los toros resulta más que frívolo. Lo mismo hubiese resultado si la comparación hubiese sido con el fútbol, con el ocio nocturno, con las romerías veraniegas, con los glaciares, con las especies en peligro de extinción, con la pesca del percebe.
Con independencia de toda consideración ideológica, el cuidado máximo con las palabras sí tendría que ser sagrado.
El verbo eutanasiar no existe. Una persona de su categoría debería usar un lenguaje preciso, siempre. Por tal razón voy a mostrar a mis alumnos en clase de lengua ese discurso, como ejemplo de lo que no se debe permitir, de un pésimo uso del nuestro idioma.
¿De qué manera les hago entender, además, que alguien pretende proteger a niños abortados y ancianos eutanasiados? ¿Proteger de qué, si ya perdieron la vida? ¿Cómo hacerlo, a toro pasado, aunque fuese ese nuestro fervoroso deseo?
En todo caso, sí debieron ser protegidas tantas almas enviadas a todas las guerras porque sí, por ejemplo. Pues muchas lo fueron siempre en contra de su propia voluntad. Bendecidos abortos adolescentes, jóvenes o adultos.
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