Poneos a trabajar
Nos ha tocado vivir tiempos duros, difíciles y con muchas penas, sobre todo en el entorno personal por la desaparición de familiares, amistades y conocidos que nos han dejado bruscamente por la pandemia. Pero los que hemos tenido la suerte de sobrevivir seguimos día a día peleando, comprometidos porque su muerte no haya sido en vano, con precaución porque no estamos libres de contagio y animando a esas personas a las que les cuesta superar este "gran bache".
Pero hay algo que nos molesta, que perturba un tiempo que debería ser de solidaridad social, amables palabras, entendimiento y todos a una para que no vuelvan a repetirse los errores sanitarios de la pandemia ni la crisis económica que ha dejado a muchas familias tocadas y negocios que han cerrado. Es la constante "bulla" que padecemos a través de los medios de esa clase política que no merecemos, aunque la hayamos votado, que entiende que cuanto peor para el Gobierno mejor para la oposición, presumiendo de lo que no hicieron, practicando el frentismo sin consideración al pueblo que está ahí: en la calle, el taller, el comercio, el campo, la residencia, tratando de salir todos los días adelante para que este país sea mejor mañana que hoy.
No es suficiente calvario ya los miles de muertos que han caído en este año y medio, los enfermos que aún sufren secuelas, para que además estén confrontando por cualquier cosa: Malasaña, poder judicial, vacunas, Afganistán, rey emérito, etcétera. La palabra "democracia" significa soberanía del pueblo y el derecho de este a elegir y controlar a sus gobernantes. Pues no ocurre así, después de cada campaña electoral -ahí si cabe el jaleo- los elegidos creen tener durante los cuatro años siguientes derecho de pernada para hacer y decir lo que les viene en gana sin medir las consecuencias. Eso practican tanto los que gobiernan como los que hacen oposición, pero ahora en estas circunstancias tan especiales, más estos últimos.
Se avecinan tiempos difíciles por el cambio climático y las reformas que es necesario acometer en el plano económico y productivo; pero para hacerlo bien hace falta arrimar el hombro sin esperar a quien mete la pata para reprochárselo. Así no se construye un país ni se hace una sociedad más generosa e igualitaria.
Lo mismo que salimos a las calles en los grandes acontecimientos como el 23F o contra el terrorismo, deberíamos hacerlo también ahora para decirles: ¡Basta ya! Poneos a trabajar para levantar la patria (que tanto decís que amáis). Menos gresca y más agua fresca para una sociedad que necesita ilusión para mirar al futuro desde el compromiso de que aquí no sobra nadie, salvo los que se quieran apear de un tren en marcha llamado España con sus peculiaridades de idiomas, costumbres, banderas y recetas. Siempre fuimos diferentes y esa es nuestra riqueza, que logró fraguarse en este territorio peninsular, aceptándonos mutuamente. Vivamos respetando la diversidad, ese gran tesoro nuestro.
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