¿Meter preso a Rubén Darío?
Se preguntaba ahora en público en Oviedo el doctor guatemalteco Henry Morales sobre "qué necesidad" tiene el Gobierno de Nicaragua de apretar los tornillos de forma tan extrema, si es que las encuestas para las elecciones de noviembre les dan un porcentaje superior al 60% de intención de voto, una cantidad nunca antes vista en otras elecciones.
Qué necesidad decimos nosotros de expulsar ONG que trabajan en la cooperación, de desmantelar ONG prestigiosas de DD HH de Nicaragua como el CENIDH que preside doña Vilma Núñez de Escorcia o colectivos que trabajan defendiendo los derechos de las mujeres.
Buena parte de la oposición electoral ha sido hecha prisionera, incluidas las figuras más relevantes de la familia Chamorro, cuyo padre, ya saben, fue asesinado por Somoza, cuya madre fue presidenta de Nicaragua (y durante su periodo presidencial se podía ver con frecuencia a Ortega ir a conversar con doña Violeta).
Si las encuestas le van tan bien a Ortega-Murillo, "qué necesidad" tienen de destruir a todos los opositores electorales de forma tan zafia y tan antidemocrática.
Y si controlado el espacio electoral (una vez controlado el congreso y el poder judicial y una vez exterminada la posibilidad de publicación en medios internos de cualquier cosa que no sean loas al gobierno de la demencial pareja Murillo-Ortega) "qué necesidad" tenían de meter en la prisión del Chipote a destacadas comandantas y figuras del sandinismo histórico, incluido el exgeneral Torres, la comandante Téllez, el exvice canciller Tinoco, o llevar hasta el exilio forzado a otros comandantes como Carrión y Baltodano junto a cien mil nicas que huyen de la persecución y la opresión de la pareja y sus seguidores.
En el mundo de la cultura, en el que Nicaragua ha parido tantos excelsos personajes, la persecución más cruel hasta ahora conocida fue contra Ernesto Cardenal. No le metieron en la cárcel porque no llegaron a atreverse a cumplir la orden ya dictada al nonagenario, y falleció en casa prestada.
Ahora han mandado detener a Sergio Ramírez, conocido por aquí por su premio "Cervantes".
Pero Sergio, con 79 años, era el vicepresidente de Nicaragua con Ortega en el derrocamiento de la dictadura de los Somoza.
Era el impulsor del Grupo de los 12, que tanta importancia diplomática y política tuvo en acabar con el periodo somocista (que también tenía parlamento y elecciones, pero al que nadie se le ocurre ahora denominar democracia). Sergio era uno de los personajes de la Junta de Reconstrucción Nacional, junto a Ortega y a Córdoba, tras el derrocamiento por insurgencia popular del gobierno somocista, a quienes pudimos ver en zonas peligrosas como Jalapa en tiempos de agresión de los contras.
La cantidad de traiciones, vendettas personales, acumulación de poder familiar, control de la vida de las personas nicaragüenses y capacidad de engaño a algunos sectores internacionales que todavía le compran la caracterización de izquierda al régimen de Murillo-Ortega raya y traspasa los límites de la obscenidad.
Sergio Ramírez no podrá regresar a su patria si no es para ir a la prisión. Se repite la historia de cuando hubo de exiliarse en Costa Rica en 1977 para evitar la prisión con Somoza. En aquel entonces el pueblo nica logró derrotar a la dictadura. Ahora, más temprano que tarde, también lo lograrán.
En Nicaragua le cambiaron el nombre a un municipio, Metapa, para honrar a su escritor ilustre Rubén Darío, cuyos restos también reposan en catedral de León. Ahora se llama Ciudad Darío y allí hacen parada los buses que van rumbo a las Segovias.
Ahora figuras ilustres de las letras como Gioconda Belli, el citado Ernesto Cardenal, exministro de Cultura, o el novelista Sergio Ramírez, (todos ellos comprometidos con el sandinismo histórico) son traicionados por una pareja siniestra que avergüenza a toda la historia rebelde de Nicaragua.
Si Sandino levantara la cabeza...
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