Cuando los médicos juegan a ser dioses
No es necesario ser un experto en sanidad para saber que hay dos tipos de médicos, los que se preocupan por sus pacientes y los que no.
En el primer grupo he de destacar dentro del área sanitaria IV a los médicos y enfermeras de Salas, en especial al doctor Alfonso y a la enfermera María José, pues gracias a su esfuerzo y dedicación mi madre sigue hoy con nosotros.
Pero existe otro grupo de médicos en cuyo ADN se ha instaurado el endiosamiento: ellos deciden quién vive y quién no. Encabezando este grupo se encuentra la doctora de Urgencias del HUCA que atendió a mi madre el pasado 18 de julio, cuya identidad considero preferible omitir, aunque si lee estas líneas estoy seguro de que se sentirá identificada y recordará el lamentable episodio que protagonizó.
El citado 18 de julio (he querido dejar pasar varias semanas para que no se piense que mi carta es fruto de una enrabietada y enrocada posición) mi madre, de 90 años, entra en Urgencias del HUCA con un cuadro clínico de infección de orina agravado por una diabetes muy alta desde hace días que no se ha podido reducir y recomendado su ingreso por Urgencias por dos médicos de guardia del área sanitaria de Salas.
Al cabo de dos horas nos informa dicha doctora que “el servicio de Urgencias no es el lugar donde han de ir a morir las personas mayores”, que si mi madre “tuviera al menos 80 años intentarían algo, que los médicos de familia los envían allí porque no se atreven a decirles a los familiares de los enfermos que estos se mueren” y que, “si por ella fuera”, enviaba a mi madre “a morir a casa”, y que desde luego ella “no la iba a tratar, que o la llevábamos a casa o la enviaba al Monte Naranco, pero que allí podía morir ella sola”.
Se negó a darle un tratamiento, mi madre entró en hipoglucemia (50 de glucosa) por su dejación e incompetencia y casi se muere allí.
Semejante actuación es una desvergüenza, de una prepotencia insultante, unida a una dejación absoluta de sus funciones y un desprecio a su juramento hipocrático, además de una falta de respeto inaceptable al enfermo y a sus familiares.
Vista la actitud de esta doctora, he presentado una queja ante las instancias correspondientes y quiero dejar claro que mi escrito fue convenientemente contestado por el director del área IV y del HUCA, si bien desconozco el alcance que puede llegar a tener mi reclamación en su expediente, pero todo ello no hace más que acrecentar mi indignación contra la actuación de la citada doctora.
Por un lado, es una falta de respeto y de consideración hacia el trabajo y el criterio de sus compañeros los médicos de familia.
Por otro, es una falta muy grave, si atendemos a lo recogido en la ley 55/2003, Estatuto Marco del Personal Estatutario de los Servicios de Salud del Principado de Asturias, que en su artículo 72 se refiere a clases y prescripción de las faltas, y en concreto a su apartado 2, donde se especifican las faltas muy graves.
En su apartado a) establece la obligatoriedad de “respetar la Constitución, el Estatuto de Autonomía…”. A su vez, la Constitución en su art. 15 establece que “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral…”.
Pues bien, al negarse a dar un tratamiento a la paciente (que, por otro lado, ingresa con un cuadro clínico absolutamente curable, como lo han demostrado los médicos de familia) y enviarla o a su casa o al Hospital Monte Naranco a morir, vulnera claramente la Constitución y por tanto le es aplicable el art. 72 del Estatuto Marco.
Asimismo, en el apartado b) se prohíbe “toda actuación que suponga discriminación por razones ideológicas, morales...”.
Al negarse a dar un tratamiento a la paciente únicamente por razones de su edad, su actuación se revela claramente discriminatoria.
Además, el apartado f) se refiere a “el notorio incumplimiento de sus funciones…”, circunstancia que se da en este caso, pues no estoy narrando un error de apreciación, absolutamente asumible por muy doloroso que me pueda resultar, sino que estoy describiendo un comportamiento y una actitud personal de falta de respeto y de prepotencia hacia compañeros y pacientes absolutamente intolerable.
En definitiva, no sé cuánto tiempo le queda de vida a mi madre, pero, desde luego, lo que tengo claro es que a los médicos que mantienen una actitud como la que he descrito en estas líneas o se les aparta de sus funciones o su lugar de trabajo es en autopsias.
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