La inmortalidad

14 de Septiembre del 2021 - J.J.J. Suárez González (GIJON)

Tenemos dos relojes, uno mide el tiempo que resta para la autodestrucción de la Humanidad y el otro lo que al Homo sapiens le falta para lograr la inmortalidad. Ambos relojes avanzan hacia las doce en punto y el que llegue primero a esa hora decidirá nuestro destino como especie. El suspense está en que no sabemos qué hora marcan en estos momentos ambos relojes, aunque sí sabemos que los dos están ya cerca de marcar las doce.

He escrito en numerosas ocasiones sobre la espada de Damocles de la autodestrucción que pende sobra nuestras cabezas, cuya caída la puede provocar un holocausto nuclear o una serie de acontecimientos desastrosos enlazados con origen en el cambio climático y el calentamiento global provocados por la actividad humana. Hay gente que dice que ese reloj ya marca las doce menos cinco. Hoy vamos a hablar de la inmortalidad, del otro reloj, que puede que esté más cerca de marcar las doce de lo que mucha gente piensa: Alcanzar la inmortalidad ha sido un sueño inalcanzable desde siempre. Como nadie era capaz de conseguirla aquí, algunos querían lograrla después de muertos, en eso que se dio en llamar "el más allá", el Paraíso o el Cielo, según las culturas. Todas las religiones se aprovecharon del ansia humana de no desaparecer para siempre y casi todas ofrecen una "vida eterna" después de muertos, resucitados o reencarnados, aunque nadie ha vuelto a este mundo para confirmarlo. Otros buscaron un elixir de la eterna juventud o la piedra filosofal, siempre con resultados infructuosos. Seguramente los faraones egipcios y los emperadores chinos fueron los que más recursos dedicaron a logran otra vida después de muertos, pero, yo les aseguro que la inmortalidad de los faraones y de los emperadores chinos ha sido la misma inmortalidad que la de los que se rompieron las espaldas haciendo las pirámides y guerreros de terracota. Lo único bueno de la de la guadaña es que no hace distinciones sociales, tarde o temprano, hasta ahora, se ha llevado a todo el mundo. Durante la segunda mitad del siglo XX algunos multimillonarios hicieron generosas donaciones a diversos centros de estudio para que investigaran sobre la posibilidad de alargar la vida humana, pero, cachis en diez, hoy casi todos esos multimillonarios están muertos. Sin embargo, algunos estudios que se realizaron con la mosca del vinagre dieron resultados espectaculares. La mosca del vinagre, también llamada mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) ofrece unas ventajas singulares para la investigación genética, tiene un ciclo corto de vida (unas 24 horas) es fácil de cultivar y solo requiere un equipo de laboratorio básico y de bajo costo. Pues bien, antes de que se descifrara por completo el genoma humano (un equipo de científicos de varios países logró esta hazaña en el año 2000) ya se había logrado en laboratorio, por ingeniería genética, que la mosca del vinagre viviera ocho días. Aparentemente no parece mucho, pero, si yo le digo que el genoma de la mosca del vinagre no es muy diferente al nuestro y que usted podría multiplicar su esperanza de vida por ocho la cosa cambia ¿verdad que sí? Más, en los últimos tiempos se ha avanzado tanto que ya no se está hablando de prolongar la vida, sino de conseguir, y ahora va en serio, la casi inmortalidad, acabando, de paso con la mayor parte de las enfermedades, que tienen un origen genético y son hereditarias ¿Se imagina usted que pudiera vivir eternamente con una apariencia física de veintitantos años? Pues bien, el reloj de la inmortalidad puede que esté a las doce menos tres minutos. El "casi" de la inmortalidad es que la gente se podrá morir también en guerras o en accidentes, por ejemplo. Es decir, nos encontramos a las puertas del paso evolutivo más importante que se ha producido en la Tierra desde que apareció la vida sobre ella. Ya hay animales inmortales en la Biosfera, como la medusa, pero una especie tecnológica inmortal es algo muy diferente, porque la inmortalidad sería una adaptación muy valiosa para conquistar el Cosmos. No se nos debe escapar las nuevas interrogaciones que se abren: ¿Querrá la gente vivir eternamente? ¿No habrá más niños (se impone el control estricto de la natalidad) o solo los podrán tener unos pocos? ¿Todo el mundo podrá ser inmortal o solo los escogidos o los ricos? ¿Qué pasará con las religiones? ¿Habrá alguien tan loco como para manipular el genoma no para conseguir la inmortalidad sino para lograr superhombres o supersoldados? ¿La vida humana será un bien muchísimo más apreciado?

Un mundo nuevo se abre ante nosotros, un mundo que da vértigo, un mundo que ya vislumbramos, pero que la mayoría no veremos.

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