La luz
Y se hizo la luz. O la luz se hizo solo para que en este país unos pocos se sigan forrando, con cara de pena encima. ¡Pobres eléctricas, que solo quieren nuestro bien, nuestra prosperidad!
Desde luego que es imparable la carrera de subidas de sus tarifas. Propongo que el precio pase a ser un motivo más para apostar en las casas de juegos. ¿Qué día se alcanzarán los 600 euros por kilovatio hora? ¿Para cuándo tienen previsto las eléctricas, en su monopolio mafioso de desmedida depredación ciudadana, que se alcancen los 1.000 euros por kWh? Seguro que ya está pensado...
Además, en breve veremos cómo cambiará su estrategia para que nos traguemos el sapo, y pasarán a facturarnos por minuto. Así, cuando dentro de cuatro días alcancen los 180 euros por kilovatio hora, nos dirán que no es tanto, porque solo equivale a 3 euros por minuto. O, mejor, afirmarán que en realidad son 0,05 cada segundo, que de qué nos quejamos, si es una cifra ridícula, 5 céntimos, lo que a veces ni recogemos en los supermercados cuando nos dan el cambio. Que perfectamente podríamos asumir 50 céntimos segundo, ¿verdad? ¿Por qué no, si esa cantidad solo equivaldrá a 1.800 euros kilovatio hora? (Por cierto, ¿para cuándo preverán alcanzar esa cifra? No irá más allá de unos meses, seguro).
Eso sí, cuando las empresas chinas propongan concurrir en el reparto de la tarta de beneficios, entonces nuestras queridas compañías eléctricas sí reclamarán la intervención del Estado, al que ahora con tanta displicencia y befa menosprecian, apelando al patriótico proteccionismo de lo nuestro (es decir, de lo suyo, nunca mejor dicho), enarbolando sus logotipos como banderas, denunciando todo tipo de injerencias inadmisibles, profetizando la ruina nacional, el apocalipsis, etc.
Y mientras tanto aguantando día a día la sorna de cada nueva subida tarifaria y el bombardeo profiláctico de su obscena publicidad: que todo lo hacen por nosotros (para nosotros, deberían decir en primera persona del plural), que es por el medio ambiente (el otro medio se lo reparten entre esos cuatro listos), por la sostenibilidad (de sus lujos), con imágenes idílicas, sonrisas beatíficas y vocecillas andróginas melifluas y babosas.
Una duda final: ¿quién paga la factura de luz de las eléctricas y de sus ejecutivos? Imagino que no les costará mucho responder a esta última pregunta.
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