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España se abre al mundo

11 de Octubre del 2021 - José Luis López Tamargo (Oviedo)

Es patente que es imposible defender el presente sin un conocimiento de nuestras raíces históricas. En breve celebraremos nuestra fiesta nacional del 12 de octubre, fecha del encuentro de dos mundos y de la expansión de España, tan localista y universal. ¿Cultura generadora o arrasadora? España fue el primer imperio global de la historia, descubridor de tierras y mares, ríos y cordilleras, situándose en el centro del mundo, como así refleja Robert Goodwin en su amenísimo libro “España, centro del mundo, 1519-1682”. Es falso que aquella España y sus representantes, reyes, conquistadores y frailes, quisieran destruir de cuajo y enteramente las civilizaciones prehispánicas, prueba de ello es que se dedicaron a estudiar antropológicamente sus culturas, pueblos y lenguas, traduciendo la doctrina cristiana a docenas y docenas de lenguas nativas americanas. Los virus, el afán de oro y enriquecimiento vil, a veces atroces, son innegables, pero también el espíritu evangelizador, con la fundación de caminos reales, monasterios, iglesias, ciudades y universidades, hospitales y enseñanzas de técnicas agrícolas, humanistas y de origen europeo, llevando la religión cristiana católica –que acabó con la antropofagia–, así como músicas, estilos, usos y costumbres de raigambre ibérica. Era la mentalidad que había, y no se puede despachar con cuatro tópicos a lo Theodor de Bry o Francis Drake, con sendos discursos de odio contra la civilización española.

La patata, el maíz, el chocolate y el tomate, el tabaco y los metales preciosos afluyeron a Europa. Los mundos novohispano, virreinal peruano, rioplatense, cubano o de Nueva Granada, el legado Unesco de la humanidad en forma de una veintena de ciudades coloniales bellísimas, la lengua española castellana y el mestizaje son elementos muy destacables y novedosos de la civilización hispánica. Que hoy se celebre el indigenismo más ultrajado, la memoria de la invasión, el día de las culturas indígenas o del respeto a la gran diversidad cultural tiene sus fuertes razones de ser, pero no demolamos el inmenso y vital legado español, sin el cual no se puede entender Europa ni los más de veinte países del mundo que hablan español, aunque huyan de imperialismos trasnochados y supremacistas. Pero es que desconocemos mortalmente nuestra historia borrada: “El mito del buen salvaje”, que luego pasó a Montesquieu, Voltaire o Rousseau, es de origen español. Así como los caballos de los cow-boys, los escudos y banderas de muchos estados USA, los topónimos y el mismo dólar; la existencia de una literatura de crónicas, escrita por frailes y soldados escritores, sobre las glorias y claroscuros de la conquista de las Indias. La autocrítica noble y debatida, única entre los imperios de la historia, a la que se sometió teológica y jurídicamente España. Como colofón y de modo pertinente, recomendaría los libros de los hispanistas anglosajones Robert Goodwin, John H. Elliot, Charles F. Lummis y Herbert E. Bolton, ensalzadores de la labor de España como potencia mundial y civilizatoria. Así como también el libro de E. Vicente Boisseau “La imagen de la presencia de España en América ( 1492-1898) en el cine británico y estadounidense”, repleto de ribetes de pura leyenda negra. También es apasionante el ensayo de Ramón Tamames “La mitad del mundo que fue de España, una historia verdadera, casi increíble”. Celebremos en paz nuestra fiesta nacional, en un país de regiones que “hicieron las Américas”. En una democracia europea y actual, pluralista y siempre encrucijada de varios mundos. Paz y respeto por todos los pueblos de la tierra.

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