Gatopardismo
Un buen aficionado al cine recordará la célebre película de Luchino Visconti, basada en la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, protagonizada por Burt Lancaster, Alain Delon y Claudia Cardinale; y también recordará la famosa y lapidaria sentencia “algo tiene que cambiar para que nada cambie”. Tras esta última remodelación del Gobierno de progreso, muchos han celebrado que determinados ministros, así como el director del gabinete, hayan sido destituidos, como si fuese una especie de bendición, pero, en realidad, solo es una maniobra para seguir haciendo lo mismo y culminar la estrategia del partido: perpetuarse y perpetuar el bipartidismo socialdemócrata PP-PSOE. La remodelación del Gobierno ha sido otra cortina de humo, un vulgar trampantojo, para que los medios de comunicación y las RR SS se entretengan y quiten el foco de otros asuntos como la remodelación de la “Ley Mordaza”, la situación en Cataluña, el hundimiento de la economía, el sablazo de la remodelación de sistema de pensiones, el paro o el acoso a las instituciones democráticas y la separación de poderes.
Comparto la opinión de muchos analistas, mucho más experimentados e inteligentes que yo, sobre lo que está preparando nuestro presidente:
Lo primero, que casi todo el mundo ve, es que va a hacer los que sea, vender lo que sea y traicionar a quien sea, con tal de seguir en el poder hasta las próximas elecciones (la hemeroteca es prueba de ello), si es que llegan; además, a España le corresponde la presidencia del Consejo de la Unión Europea en el segundo semestre del 2023, y las elecciones generales en 2024.
Por otro lado, está el partido, ya que Pedro Sánchez no habría llegado hasta la Presidencia si no hubiese sido por el aparato del PSOE y todas las personas que le apoyaron (pese a aquel famoso intento de pucherazo), así que hay que asegurar que el PSOE vuelva al poder. Digo “vuelva” porque, previsiblemente, las elecciones del 2024 (si no se celebran antes) las van a perder, aunque en dos años y medio pueden pasar muchas cosas.
Para lograr este retorno en caso de derrota, hay que sembrar las semillas necesarias para poder enredar al siguiente Gobierno, y aquí es donde tienen vital importancia la comunicación y las acciones tomadas previamente. La idea es, básicamente, dejarle al siguiente Gobierno una bomba de relojería que no pueda desactivar y que provoque una situación de crisis de gran calibre; en ese momento, los partidos de izquierda se presentarán como salvadores de la patria y harán arder las calles para dar un vuelco electoral culpando al Gobierno que esté de todos los males. Esto ya se vivió en la II República y, sobre todo, con José Luis Rodríguez Zapatero y el atentado del 11M (donde se aprovechó una crisis existente), y, posteriormente, con Pedro Sánchez y los casos de corrupción del PP (la corrupción en el PSOE no existe).
Seguir unos plazos estrictos es crítico y, por esa razón, no se tomará ninguna medida de calado hasta el último momento, o se le dejará al siguiente. En este sentido, resulta paradigmático el asunto de las reformas del mercado laboral (la de Zapatero y la de Rajoy), que el Gobierno actual dijo que iba a derogar pero todavía no lo ha hecho y, probablemente, lo dejará para el último momento, o no lo hará, de manera que el siguiente se encargue de profundizar en estas como una medida para la recuperación económica. Todas las medidas económicas que aplica el Gobierno actual son meros parches, y seguirá parcheando hasta el último momento, para que sea el siguiente Gobierno el que se vea obligado a meter la tijera en todo, y hacer explotar la situación. En este sentido los sindicatos juegan un papel fundamental, ¿alguien se cree que si hubiese sido un Gobierno del PP el encargado de la estratosférica subida actual de la electricidad, de la subida de impuestos o de la primera fase de la reforma del sistema de pensiones, o de la situación económica actual, con 130% de deuda pública y un 40% del paro juvenil y cerca de 5 millones de desempleados, UGT y CC OO estarían haciendo manitas con ellos? Por supuesto que no, estaría el país ardiendo y el Ejército en las calles, exactamente lo que podría ocurrir tras las siguientes elecciones, porque, no nos olvidemos, el PP es un partido muy socialdemócrata y se va a encargar, siguiendo el nefasto sistema keynesiano, de subir los impuestos y aumentar el gasto para profundizar en el hundimiento de la economía española, como ya hizo Rajoy, en vez de seguir una senda liberal bajando impuestos y gastos, y reduciendo el tamaño del Estado y su intervencionismo, así como la burocracia.
En definitiva, el Gobierno actual no va a hacer nada significativo para afrontar la crisis económica y, de esta manera, obligar al siguiente a tomar las medidas a las que nos obliga el rescate de la Unión Europea, esto es: reforma del mercado laboral con, probablemente, despido libre; reducción del gasto del Estado con, probablemente, despido de personal laboral de las AA PP; reforma del sistema de pensiones, que significa reducción de las mismas, ampliación del plazo de cotización y retraso en la edad de jubilación; reforma del sistema sociosanitario que llevará a una reducción de prestaciones sanitarias y sociales; reducción de sueldos públicos; subida de impuestos, que supondrá un IVA al 23% y/o la eliminación del IVA superreducido, así como el mantenimiento de la subida enmascarada del Gobierno; reducción de los impuestos a las empresas, etcétera.
Otro asunto importante es Cataluña. Tras los vergonzosos indultos a lo sediciosos, vendrán la mesa de diálogo y, después, lo que el inefable Salvador Illa denomina “nuevo marco de convivencia”; esto significa que alargarán las conversaciones todo lo posible para que, al final del mandato, se elabore un nuevo Estatuto de Autonomía y se celebre un referéndum no vinculante, de manera que sea el siguiente quien tenga que lidiar con ello, y así el PSOE se libra de aplicar un 155 a lo bestia y gana el apoyo de los separatistas catalanes, de cara a las siguientes elecciones; además de dejarles el mismo lío con Vascongadas, Valencia o Baleares.
Además, todas las leyes ideológicas (ley de Memoria Democrática, ley de la Eutanasia, ley Trans, ley de Educación-Celaá; ley de Libertad Sexual, ley Raider, etcétera) que han aprobado, apoyándose en el estado de alarma inconstitucional, en el caso de que el PP las quiere derogar, se enfrentará a manifestaciones masivas.
Para poder mantenerse en el poder estos años, y puesto que no pueden volver al estado de alarma tal y como lo han organizado hasta ahora, la nueva versión de la ley Mordaza (esa que decían que iban a derogar y que han utilizado de forma intensiva durante este último año y medio) es muy importante porque ¿qué significa estado de emergencia? Puede ser cualquier cosa, y, de hecho, llevan tiempo hablando de emergencia medioambiental. La aplicación de esta ley les permitiría seguir controlando los focos de disidencia y mantener a la opinión pública aletargada. Eso es lo peor, que nadie reacciona. Se organizan manifestaciones por el sacrificio de un perro, pero la vida de los más de 100.000 fallecidos por causa de la nefasta gestión de la pandemia de coronavirus no tiene valor.
En el otro lado del pacto bipartidista está el PP, que tiene en Vox un hueso duro de roer, pero al que debe anular. Para ello, está recurriendo a todo tipo de tácticas de ingeniería política, forzando al partido de Santiago Abascal a traicionarse o dejar caer al PP; el PP saca una propuesta que no encaja con el programa de Vox, que le apoya en diversas CC AA y ayuntamientos: si le apoya, traiciona su programa y puede perder votos; si le deja caer, el PP lo acusaría de apoyar al PSOE, algo que le haría perder votos. Recientemente lo hemos visto con la nueva ley de Telemadrid, en cuya votación Vox la apoyó indirectamente al abstenerse, cuando en su programa está el cierre de la cadena. Asimismo, diversos medios afines atacan al partido desde sus editoriales e intentan desactivar a la presidente de la Comunidad de Madrid, de ideología liberal en un partido sin ideología. Respecto a Podemos, ya no supone una amenaza para el PSOE, ya que lleva años en retroceso continuo.
Volviendo a la reforma del Ejecutivo, al ver a Miguel Iceta, nuevo ministro de Cultura y Deportes, que empezó dos carreras y no terminó ninguna al agotar las convocatorias en primero, y su oronda figura, queda claro que no priman la capacidad y el mérito para ser ministro sino los favores políticos y la habilidad en el uso de las rodilleras; alguien podría decir que Pedro Duque o Arancha Laya eran aptos para sus cometidos, pero no se engañen por el aspecto monjil de esta o la carrera del primero, ya que él no hizo nada y ella, cual abeja Maya, deambuló de metedura de pata en metedura de pata; por cierto, a Nadia Calviño (hija de un antiguo director de RTVE) dicen que la impuso la Unión Europea y que es la gran esperanza blanca.
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