Sucesiones, plusvalías y despoblación
Ya en los años setenta, en Televisión Española, el concurso “Un, dos, tres” ofrecía su premio estrella, “un apartamento en la Costa Blanca, en Torrevieja”, y con toda la ilusión los premiados recibían una verdadera inversión.
Nunca había apartamentos en Roales (provincia de Zamora), ni en Calaceite (provincia de Teruel), ni en Viveros (provincia de Albacete). Como si no fueran municipios de España también. No tenían el atractivo inversor de Torrevieja. Y no lo tienen ahora, 50 años después.
Vender una casa en uno de estos pueblos es una misión casi imposible. Si la casa es un estorbo y quieren regalarla tampoco es fácil, en muchos casos.
La huida de población es también la huida de propietarios y potenciales propietarios futuros. El mercado inmobiliario en los territorios en despoblación es inexistente, pero la Dirección General del Catastro de nuestro Ministerio de Hacienda parece que, en virtud de un principio de igualdad con el exitoso mercado de vivienda de nuestras costas y grandes ciudades, establece una serie de valoraciones catastrales donde no hay mercado ni posibilidades de venta. Eso sí, esperan el momento de la herencia, donde los hijos han de pagar en impuesto de sucesiones o en plusvalía municipal el valor que la casa no tiene en el mercado real, lo que es otro gran motivo para abandonar el pueblo, o al menos para no volver.
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