Héroes y héroes
[En respuesta al escrito de Rubén Rodríguez Prendes, secretario general en Asturias de la Unión de Guardias Civiles, publicado en esta sección]
En Grecia llamaban héroes a los nacidos de un dios o una diosa y un mortal; el héroe era más que humano y menos que Dios (Hércules, Aquiles, Eneas...). En «La Iliada» se habla de un Ulises de origen divino, justo, misericordioso, poderoso, etcétera. Este tipo de héroe permanece vigente: El Capitán Trueno, Supermán, Indiana Jones, etcétera. Cervantes, con «El Quijote», satiriza al héroe homérico con un caballero andante, que se enfrenta a las situaciones que estima injustas, pero siempre sale mal parado y ridiculizado. Kafka también creó su antihéroe, Samsa, personajillo común enfrentado, sin pretenderlo, a un asunto que lo sobrepasa y lo lleva a la agonía. Héroes, en cierto modo, inadaptados, envueltos en problemas sin quererlo, perdedores: Espartaco, Rambo, el Lute... Según la RAE, héroe es un «varón ilustre y famoso por sus hazañas y virtudes», u «hombre que lleva a cabo una acción heroica»; y «heroísmo» el «esfuerzo eminente de la voluntad hecho con abnegación, que lleva a realizar actos extraordinarios en servicio de Dios, del prójimo o de la patria».
Acabo de enviar un recurso a Interior contra una denuncia por exceso de velocidad, con aviso de retirada de puntos, en la AP-66, sentido decreciente, y sólo me faltaría enfrentarme ahora con un asunto más que retórico con la Guardia Civil, pero soy español, orgulloso de la Reconquista, creo en mi patria, a la que serví como alférez, como aparejador y hoy como escritor; creo en nuestro Ejército, en la Guardia Civil (incluso en la de Tráfico) y en la OTAN, pero, sin ánimo de ofender sino defender y no devaluar los méritos de la milicia, los españoles caídos en Afganistán no tuvieron ocasión de demostrar si eran héroes. Tampoco las víctimas del «Yak-42», ni el fotógrafo, Julio Parrado, al que un misil abatió en Irak, ni el empresario al que atropelló un coche cuando iba a trabajar, con ser ello tristísimo. Me parece excesivo que se les haya impuesto a esos arriesgados profesionales la máxima condecoración para fallecidos en actos heroicos; los mayores honores ameritan las más grandes hazañas. Se aproxima más a un acto heroico el del guardia que se me atravesó en la autopista AP-66, jugándose el tipo, cuando circulaba yo a 125 km/hora, mientras me adelantaba otro a 150, para detenernos a ambos en el arcén.
De otra manera, ¿pueden darse comportamientos heroicos entre quienes se enfrentan a nuestro bienestar y a nuestra patria? No pregunto si merecen nuestro reconocimiento, si están equivocados por luchar contra nuestros ideales, ni insinúo que yo pretenda justificarlos. ¿Pueden darse héroes entre los tirios y entre los troyanos? ¿Fue héroe Héctor en la guerra de Troya? ¿Hubo héroes romanos en su lucha contra los astures? ¿Fue héroe Aníbal o lo fue Escipión? ¿Hernán Cortés o Cuauthemoc? ¿Fueron héroes los kamikace («kamikace» significa en japonés «viento divino») que se inmolaron para detener el avance aliado en la Guerra Mundial? ¿Hubo héroes entre nuestros paisanos de la División Azul, que colaboraron con Hitler? ¿Hubo héroes franquistas en la Guerra Civil?, ¿y republicanos? ¿Sólo hay héroes de un lado en el conflicto palestino-israelí?
A mi modesto entender, si un talibán se hace pasar por chófer de un capitán afgano, consigue infiltrarse en las líneas enemigas, hacerse con un Kalashnikov, y, a sabiendas de que iban a abatirlo, matar a dos instructores del bando contrario, tiene más mérito militar que esos instructores. Y lo que digo, lejos de exaltación del terrorismo, es apoyo a la Benemérita en la durísima lucha que abordamos contra el fundamentalismo o contra el exceso de velocidad en las carreteras. Esos integristas, para quienes somos impíos, no son cobardes y haríamos mal en despreciar su locura, suponer que no tienen patria, honor, ética, costumbres ni dios. Acaso, en su ceguera, estén más seguros que los occidentales de lo que hacen y, en consecuencia, la guerra o las misiones profanas que allá nos llevan corren riesgo de fracasar, por muchas condecoraciones que conceda Rubalcaba.
Por otro lado (Rubén lo saca a colación de manera más sospechosa que el final de mi artículo al que alude), para mí, el etarra que dispara a un político o a un guardia en la nuca no es un héroe, es un asesino, y un cobarde cuando es apresado y levanta los brazos para aprovecharse de nuestra dadivosa democracia; y un asesino el que maltrata y mata a su esposa, como sería una heroína la mujer que se le enfrenta.
Soy escritor y quiero ejercitar mi derecho a mirar las cosas desde otros puntos de vista, incómodos, menos convencionales y complacientes. El remate de mi artículo era brusco y quizás equívoco, pero no una sandez, como dice Rubén; no debería él despreciar a nadie, ni siquiera a quienes estamos de su parte. Y como, según reclama, me queda algo de cordura y de valentía, me ofrezco a ir a Afganistán cuando me invite la Unión GC o me envíe mi periódico, para dar mi sangre por España y mi tinta por LA NUEVA ESPAÑA.
Sirva esto como pliego de descargo, no quiero perder más puntos con el Cuerpo, al que me unen muchos amigos guardias y al que deseo larga vida.
Pepe Monteserín
Oviedo
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